J. J. Fernández no ha lanzado ni tan siquiera un volador en su vida. Lo suyo es correr, en montaña o en asfalto, y hacerlo muy rápido y muy lejos. Un deportista. Pero un día decidió asumir, por colaborar con su gente, la presidencia de la comisión de fiestas de Tigalate (Mazo). Y una noche de festejos su vida se convirtió, de rebote, en un infierno. Fue uno de los tres acusados de provocar el incendio que en 2009 afectó a unas 4.000 hectáreas de terreno y a medio centenar de viviendas.

Después de más de siete años, ayer, la sección sexta de la Audiencia Provincial comunicó a las partes la absolución de los tres acusados. Los magistrados entienden como hecho probado que el incendio se inició por el lanzamiento de voladores desde la plaza de Tigalate, lo que fundamentan en el informe pericial elaborado por la Guardia Civil y en contra de la opinión de expertos en pirotecnia, pero "no se puede acreditar" a efectos penales que fueran los acusados los encargados de lanzar los artefactos que causaran las llamas y no cualquier otra persona ajena a la fiesta, al no haber ningún testigo directo, tal y como se evidenció durante el juicio, que les vieran lanzar los voladores a la hora en la que comenzó el siniestro.

El Ministerio Fiscal pedía siete años y medio de cárcel para cada uno de los acusados, además de indemnizaciones millonarias por los daños causados por el incendio, que afectó a Mazo y, sobre todo, a Fuencaliente. Sus argumentos se fueron desmoronando durante la causa. Es pasado. Lo presente (y es lo que cuenta) es que la sala los absuelve "con todos los pronunciamientos favorables hacia sus personas".

Fernández reconoce que "han sido siete años sufriendo una condena, muchas veces pública, con ganas de decir muchas cosas incluso ahora viendo la sentencia", pero "no quiero entrar en este juego que me ha causado tanto daño. Tengo que asumir que la vida me ha puesto a prueba y me ha dejado secuelas que me imagino que el tiempo se encargará de cicatrizar. No quiero guardar rencor a nadie pues considero que no es bueno vivir con rencor. Simplemente quiero que la gente reflexione y que piense un poco las cosas que dice, ya que detrás de nosotros hay una familia".

Sostiene que "ni un solo día durante más de siete años he dejado de pensar en las consecuencias que podía tener para mi vida si el juicio hubiera salido mal. En algún momento de cada uno de esos días lo he pensado. Encima, con una niña pequeña. Han habido semanas buenas y semanas malas, pero siempre lo piensas porque es una incertidumbre contra la que no puedes hacer nada. Puedes hacer planes, pero siempre con el qué pasará en la cabeza". Y eso a pesar "de no haber lanzado nunca un volador en mi vida".

Como la mayoría de atletas acostumbrados a la soledad de las grandes distancias, a la lucha interna contra el sufrimiento, "me considero una persona fuerte de cabeza". Ahora "solo quiero acordarme de mi familia que ha sufrido tanto como yo y de mi padre que por desgracia no pudo llevarse esta alegría. Como dice mi madre, si el alma existe espero que donde esté le llegue la buena noticia. Ahora solo quiero vivir".