Lo que debería definir el ambiente de estas fechas, es decir, el recuerdo y homenaje a la sencillez y, a la vez, trascendencia de la vida de una familia judía, se ha transformado totalmente hasta llegar a convertirse en una histérica demostración de lo que es el consumismo desbocado, que ha terminado por incorporar, junto a los Reyes Magos, a un personaje extraño a nuestras costumbres y tradiciones llamado Papá Noel, obligando a que, además de en la Epifanía, se regalen cosas en la Nochebuena. Los centros comerciales y los espectaculares almacenes han cambiado el oro, el incienso y la mirra por todo aquello que circule por Internet, llegándose al dato curioso de que cuando más y mejor podríamos estar comunicados por mor de la técnica, más incomunicados vivimos. No hay sino echar un somero vistazo a lo que nos rodea cuando paseamos por cualquier calle o plaza. El escenario que encontramos reúne a un montón de personas de pie, quietas, mirando fijo al móvil. Si vamos a cualquier cafetería, no cambia mucho la escena: tres o cuatro amigos sentados a la mesa sin hablar. El artilugio los ha separado y el diálogo inexistente.

Los desajustes de la personalidad tratan de aliviarse estos días con la asistencia continuada a comidas de trabajo con compañeros, amigos y enemigos. Es confortable ver unas caras de felicidad (todo el mundo ríe en un mundo de ficción) en cualquier reunión que nos tropecemos por ahí. Es lo que hay. Se utiliza un acontecimiento histórico para que broten intereses personales, comerciales y de cualquier otro tipo. En la actualidad, las tiendas atraviesan por importantes dificultades, y por ello no dudan en adelantar las rebajas a principios de noviembre, cuando se celebra otra fiesta horrorosa e importada, esta vez yanqui. Así, las gentes se han visto rodeadas de lucecitas, bolitas y musiquitas que invitan a dejar a un lado el respetuoso recuerdo y sustituirlo por alharacas saltarinas. Lo que importa de verdad es acercarse a cuantos más escaparates mejor (muchos no pueden ni aproximarse) y perderse en la visión de un montón de cosas inútiles. Por suerte, existen aún buenas personas que se preocupan por los menos favorecidos, organizando una serie de actos destinados a recoger todo lo que pueda minimizar un poco la difícil situación por la que se atraviesa. Mírame Tv ha vuelto a poner en marcha esta iniciativa secundada por varias federaciones y particulares. Sin embargo, no debe ser esta una actividad realizada para suplir las responsabilidades de quienes tienen en sus manos proporcionar un momento de ilusiones a familias que no disponen de ningún medio para lograr que sus niños, ajenos a la realidad, sonrían.

Lo que está claro es que el inconfundible y ruidoso ambiente que se escucha por todas las Islas indica que atravesamos tiempos festivos, aunque la miniguerra mundial iniciada por los terroristas islamistas, extendida ya por Europa, Asia y América, revele todo lo contrario y preocupante. Pero aquí, mientras los más pequeños corretean asombrados con los nuevos juguetes, sus mayores, echando cuentas (la utilización de la tarjeta de crédito tiene la discutible ventaja de poder gastar irresponsablemente -responsablemente para los bancos-), reflexionan sobre un futuro crematístico inmediato francamente complicado. Estos días, en los que se han convertido a los Reyes Magos en portadores de, en la mayoría de los casos, objetos de dudosa utilidad, poco o nada importa el desajuste de los bolsillos y sí, mucho, el detalle sincero y cercano.

Otro de los indicativos que señalan la singularidad que se vive aparecen arropados, sobre todo este año, por los múltiples mensajes navideños que brotan, inevitablemente, desde las distintas organizaciones políticas con el fin de tapar la crisis política al fin reconocida y resuelta (¿). Muchos creen que esta forma de gobernar consiste en utilizar el erario dilapidándolo impune y permanente. Con afecto, un saco de carbón para quienes se lo merecen. Para otros, dos. Ni los Reyes Magos ni Papá Noel les perdonarán el bochornoso espectáculo ofrecido a la estupefacta ciudadanía.