La agencia Efe distribuyó ayer una magnífica instantánea de la fotógrafa Elvira Urquijo, tomada en el momento de la firma del reparto de los fondos del FdeCan, que ha enfrentado al Gobierno y los Cabildos y ayuntamientos de toda Canarias, con el Cabildo y los ayuntamientos de Gran Canaria, menos Mogán, San Mateo y Firgas. La foto refleja el momento posterior a la firma de los convenios por Carmelo Ramírez, que acudió a Presidencia en sustitución de Antonio Morales. Morales no quiso asistir al acto, pero sí mandó a su consejero a aceptar los 167 millones de euros que le tocan en el reparto. La cosa es que Ramírez firmó a desgana, y utilizó en el momento de la firma la misma expresión que los soberanistas catalanes y los abertzales vascos usan cuando -al prometer sus cargos- aseguran que acatarán la Constitución "por imperativo legal". Ramírez quiso dejar claro que el firmaba por obligación el convenio por el que el Gobierno cede al Cabildo grancanario esos millones.

Tras la recia declaración de que actuaba por imperativo legal, Rosa Dávila tuvo un momento divertido: "Si lo prefieres -le dijo a Ramírez- yo tampoco firmo" y Belén Allende, presidenta del Cabildo herreño, que andaba a la espera de su turno, apostilló con guasa: "Carmelo, si no quieres los millones, repartimos entre los demás". Todos ellos, y Fernando Clavijo, que estaba allí, acabaron riéndose a carcajadas. Ése es el preciso instante que recoge la foto. Uno de esos momentos en los que el sentido del humor cumple su función liberadora y nos descifra la inanidad de este debate del reparto de los fondos, por el que el PSOE ha sacrificado estúpidamente su continuidad y responsabilidades en el Gobierno.

Hay quien cree que los momentos verdaderamente cruciales de la vida son graves y solemnes, pero eso no es cierto: pueden ser tristes -la muerte de alguien que amamos-, felices -un nacimiento, un pacto de pareja, un reencuentro-, alegres -un éxito personal, profesional o académico- pero no hay solemnidad ninguna en llorar por alguien que se va, o reventar de dicha por un deseo cumplido... Lo que ocurre es que la tendencia al dramatismo y la gesticulación se ha adueñado de nuestras vidas, nuestros ritos y hasta nuestras ideas, cada día más esquemáticas y reactivas. La política se considera a sí misma la actividad que rige la vida de las sociedades, y se interpreta recurrentemente desde la petrificación, la incapacidad de rectificar, la ausencia de ligereza y el postureo solemne. Los políticos han acabado por contagiarnos a todos con sus rigideces, sus odios en lata y su palabreo incomprensible e inútil.

Habrá quien crea que no es serio que los protagonistas de este desastre que es la política canaria -más aún desde hace cuatro meses-, se partieran ayer el culo durante unos pocos segundos, y acto seguido, tras recuperar la compostura, volvieran al mismo discurso memo y coartado de siempre, culpabilizándose recíprocamente de problemas irreales. Yo no lo veo así: me quedo sin dudarlo con ese instante de complicidad humana que nos dio el chiste. Mejor que nuestras miserias, mezquindades y mentiras asumidas nos hagan reír, a que nos hagan sufrir, enfrentarnos, renunciar a cualquier forma de entendimiento. La foto del FdeCan es una magnífica foto para el 2017 que empieza. Nos dice que en estas islas aún podemos no tomarnos demasiado en serio, más allá de impostados pleitos y falsos conflictos.