Como no podía ser de otra manera en esta comunidad de vecinos, hasta el último día del año la hemos liado. Aprovechando que nuestra presidenta, doña Monsi, se marchó a San Cugat del Vallés a pasar las fiestas con unas primas lejanas, a Eisi no se le ocurrió mejor idea que retransmitir en directo para todo el edificio las campanadas de Fin de Año. A Carmela casi le da algo pero, al final, solo le dio un ataque de tos, y eso porque la noticia coincidió con el momento en que se comía un polvorón de canela y se le fue por el camino viejo. Mientras trataba de reconducir la masa de almendra pastosa por el conducto digestivo correcto, se empezó a agobiar pensando en la que montaría Eisi y cómo dejaría las escaleras.

-¿Y por qué canal puedo ver las campanadas? -preguntó la Padilla ilusionada.

-No me agobien ya. Estoy instalando un circuito interno con cable de fibra óptica que encontré -comentó Eisi.

-¿Encontraste? -preguntó Úrsula, a la que le vino a la cabeza la vez que Eisi llegó al edificio contando que se había encontrado una cartera en el bolsillo de la chaqueta de un señor.

De poco sirvieron los impedimentos que puso Carmela a la celebración del programa especial de las campanadas en el edificio. Eisi siguió adelante con su idea y nos pidió a todos 30 euros por adelanto. "Esto es un canal de pago", nos aclaró, y aprovechó para darnos la primicia de que María Victoria sería la presentadora y que Carmela se encargaría de maquillarla y peinarla.

-Pero ¿esto qué es? -gritó Carmela-. ¿Ustedes quieren matarme como un cochino para celebrar la entrada del año nuevo?

A la Padilla le dio un vuelco el corazón cuando escuchó aquella palabra tan familiar: "Cochino". Le vinieron recuerdos de Cinco Jotas, su adorado cerdo que los servicios sanitarios le habían requisado meses atrás, y se imaginó con amargura que estas Navidades habría servido para alegrar alguna cena familiar.

-¿Y por qué lo presenta María Victoria? -se quejó Úrsula.

-Con ese pelo indomable que tiene y esas caderas, más lejanas una de la otra que las primas de doña Monsi -criticó su hermana Brígida.

-Señoras, tampoco es cuestión de cebarse con la pobre mujer. Lo hago para tenerla controlada -se justificó Eisi-. De otra manera se pondrá a liarlo todo.

A Úrsula no le convenció la respuesta y le pidió a su hermana que localizara el traje de lentejuelas.

Los preparativos fueron intensos durante los días previos. Cables de un lado a otro del edificio, cámaras, focos y micrófonos inundaron la azotea. La misma tarde del 31 alguien recordó que el edificio no tenía campanas ni reloj.

-Calma, pueblo. Soy un profesional -dijo Eisi, enseñándonos lo que tenía escondido en el cuarto de contadores.

-¡Pero si es el reloj de la catedral! -exclamó con espanto la Padilla.

-Vamos a terminar el año entre rejas -auguró Úrsula.

A las doce menos cinco minutos, María Victoria ya estaba vestida, peinada y maquillada para la conexión, y Eisi inició el directo a través del circuito interno. En el salón de casa, al ver en pantalla a María Victoria, empezamos a gritar y aplaudir como si fuera la primera vez que veíamos funcionar una tele.

De repente, a menos de cinco segundos para la medianoche, envuelta en lentejuelas doradas, en imagen también apareció Úrsula. En ese momento, empezaron a sonar las campanadas.

-¡Una! -gritó María Victoria.

-Que no, niña. Estos son los cuartos -la corrigió Úrsula.

-Aquí no hay cuartos.

-Pues en mi casa sí.

-Yo soy la presentadora. ¡Dos!

-Tú lo has dicho: dos... presentadoras.

-Me estás liando.

-Pues céntrate, que ya vamos por la quinta

Las dos mujeres empezaron a discutir y nosotros, en casa frente al televisor, nos pasamos más de veinte minutos comiendo uvas sin parar. A Carmela se le fueron por el camino viejo, como el polvorón, y la Padilla tuvo que ir a la cocina a por aceitunas porque se le acabaron.

A las doce y media, Eisi cortó la conexión. Con tantas campanadas que cantaron las presentadoras y las uvas que nos comimos, en el edificio, en lugar de entrar en 2017 pasamos directamente al año 2045.

@IrmaCervino