Me apenan muchas cosas en esta vida -como a todos-, ya que por desgracia nos fijamos menos en lo que tenemos que en lo que no tenemos. A pocos se les ocurre hoy día -yo creo que ni a los poetas...- solazarse con un orto del sol ni con su crepúsculo -bueno, es posible que con este sí, pues nos halla despiertos-. Vivimos de una manera tan apresurada que nos falta tiempo para recrearnos en la creación. Y si por casualidad nos percatamos de que "algo va mal", les echamos la culpa a las autoridades. ¿No nos cobran impuestos? Pues que se ocupen de dejar el entorno en condiciones. Menos comilonas -decimos-, menos viajes y más curro, que para eso disfrutan de buenos sueldos... Una manera muy "sui generis" de analizar el asunto que me merece el mayor respeto, pero que en absoluto comparto. No digo que no haya personas que desempeñan sus cargos de manera irresponsable, si bien debemos tener en cuenta que un garbanzo pocho no estropea el cocido: los demás sí cumplen su función y el resultado será más o menos el esperado.

Dicho esto hay que reconocer, no obstante, que el tema de la basura es uno de los más recurridos por la ciudadanía. Es algo con lo que nos enfrentamos cada día nada más salir de casa. Encontramos contenedores incapaces de almacenar los desechos de un día; por doquiera las papeleras rotas o sin las bolsas de plástico preceptivas nos hieren la vista; en los cauces de los barrancos se aprecian papeles y plásticos; en los jardines los excrementos perrunos son el pan nuestro de cada día, etc. Podríamos continuar con esta relación detallando muchos casos particulares, si bien es muy fácil confirmar que todos ellos son causados por nuestra negligencia. Basta que nos convenzamos de ello para no echar la culpa a los ayuntamientos y a quienes están al frente de ellos. Por si fuera poco su erario ha sufrido muchos recortes en esta crisis que no acabamos de superar, y no solo por ello, sino porque en muchos casos se destina mucho dinero a labores indispensables para conservar el ornato ciudadano.

El Ayuntamiento capitalino -todos los Ayuntamientos- debería informar cada mes a sus administrados de la cantidad que gastan en borrar grafitis, reponer losetas rotas, señalizar las vías, adecentar el mobiliario urbano y tantas tareas más que esquilman el presupuesto y lo dejan, como suele decirse, en calzoncillos.

Pero volviendo al tema que titula este artículo, lo que clama al cielo es lo que estamos haciendo -sí, nosotros- con el mar que nos rodea. Por fortuna la basura ciudadana "se ve", "se huele", con lo cual es posible erradicarla con los medios de limpieza hoy en uso, pero no puede hacerse con la que pavimenta nuestras playas y puertos. Como dije al principio me apenan muchas cosas en la vida, y unas de ellas son las noticias que nos informan de los cientos de kilos de basura -toneladas en muchos casos- que de vez en cuando extraen de los fondos marinos los grupos ecologistas o los servicios que a tal efecto tienen las autoridades portuarias.

Leemos noticias sobre el maltrato animal que nos rompen el alma. ¿Qué puede pasar por la mente de un malnacido para abandonar un caballo en un establo hasta el punto de que el pobre animal, inmovilizado por sus excrementos, pierde el uso de sus extremidades y tiene que ser sacrificado? Pues lo mismo digo de quien lanza al mar neveras, lavadoras, neumáticos, muebles, vehículos... Vivir para ver.