El historiador y sociólogo lagunero Álvaro Santana Acuña considera que el censo de casas terreras acordado en noviembre por el Consejo Municipal de Patrimonio Histórico -que abre la puerta a nuevas catalogaciones- es una herramienta que puede ser positiva, pero que llegará con años de retraso, dado que, a su juicio, debió elaborarse en 1999, con lo que se hubiera evitado la pérdida de unas 20 viviendas de este tipo.

Muy crítico durante años con el modo de tutelar el centro lagunero, se expresa así Santana al analizar la situación patrimonial actual y en unas fechas en las que también la asociación de vecinos Casco Histórico ha insistido en la necesidad de revisar el Plan Especial de Protección (PEP) y en abordar la protección de los citados inmuebles.

"En teoría, el censo fomentará el cuidado y la rehabilitación de estas casas, pero esto no elimina el problema de fondo: la gestión deficiente del centro", lamenta el también doctor en Sociología por la Universidad de Harvard, que ejerce actualmente como profesor de este campo en el Whitman College, en el Estado de Washington, en Estados Unidos. "Su situación es como la de prisioneros en un campo de exterminio nazi: esperan su ejecución", señala sobre las terreras locales.

Desde 2009 hasta 2016 desaparecieron, cifra, más de una docena de estas viviendas. "El último caso ha sido la demolición y vaciado de una casa terrera en la calle Bencomo; pero hay más ejemplos, como en Marqués de Celada, Candilas, Manuel de Ossuna y Quintín Benito", enumera. "La desaparición de estas casas es un verdadero genocidio histórico, patrimonial y cultural", abunda, antes de poner de relieve que hoy existen 50 "en peligro de extinción". En especial, alerta que las que cuentan con altillo están "casi extinguidas".

Al tiempo que manifiesta que, de no contar con estas viviendas, se borrará un "episodio decisivo en la historia de la ciudad", y tras insistir en que la preocupación municipal se está centrando en un "pequeño conjunto de grandes monumentos", Álvaro Santana se reafirma en la recuperación. "Nadie dice que la conservación del Palacio de Nava sea inviable y por lo tanto que se tenga que demoler. Lo mismo sucede con las casas terreras. No es una cuestión de falta de viabilidad, sino de carencia de imaginación y voluntad política", sostiene. "Además de la creación de un museo temático, estos inmuebles son recuperables como centros ciudadanos, guarderías, salas de estudio, talleres de formación profesional, gimnasios, locales de ensayo para artistas, centros para mayores...", argumenta.

Sigue defendiendo el historiador la necesidad de una gestión "ciudadana, participativa y democrática" del patrimonio. "Esto significa, por ejemplo, crear asambleas donde los vecinos tengan voz y voto en la gestión de su patrimonio histórico, que no pertenece al alcalde de turno ni a un partido político, sino a los laguneros", asevera Santana Acuña.

Los siete motivos de Álvaro Santana para la defensa de las casas terreras del casco

La cerrada defensa que Álvaro Santana ha realizado durante años de las casas terreras tiene que ver con que se podría decir que estar son parte del "genoma canario". Centrándose en el casco lagunero refiere un listado de siete motivos por los que tales viviendas son "excepcionales" y deben ser protegidas. Reza así:

1. La casa terrera es el tipo de vivienda más representativo en el centro histórico desde 1496 hasta 1950.

2. Es un gran ejemplo de democracia urbana. Durante más de cinco siglos han convivido en la misma calle con las casonas señoriales de las clases altas.

3. Sus habitantes incluían sobre todo artesanos, campesinos y clases medias.

3. Su construcción requiere materiales autóctonos. Por eso la casa terrera es una simbiosis única entre el ser humano y el medio ambiente local.

4. Es una unidad productiva, con su vivienda, patio, huerta y corral en la misma parcela; es decir, la casa funcionaba como una pequeña granja.

6. Refleja la influencia en el Archipiélago de Portugal, donde esta vivienda se llama "casa terreira".

7. Los migrantes canarios ayudaron a instaurar la casa terrera en la ciudad colonial latinoamericana, con miles de ejemplos desde México hasta Chile.