Cada año que se inicia deseamos lo mejor para los demás y para nosotros (al menos en el plano personal y familiar), pero casi siempre nos olvidamos de que vivimos en una sociedad donde el destino, la casualidad y el futuro más inmediato están estrecha y dependientemente supeditados a la volatilidad del efecto dominó: cualquier decisión-acción-reacción política o acontecimiento social que sucede en nuestra sociedad puede afectar -casi siempre para mal- a nuestras serenas, ordenadas, seguras y pacíficas vidas y haciendas.

Ya casi no existen "cosas" seguras y duraderas, de esas que antes veíamos en nuestras casas, en nuestros padres, en nuestros hábitos y costumbres: como la importancia de la familia como garante de la estabilidad social y política de cualquier comunidad; el respeto hacia los mayores; la educación, incluso ese término como "urbanidad" que desgraciadamente ha quedado tan obsoleto y rancio, no se sabe muy bien por qué; apostar por la natalidad no sólo como una apuesta segura para el mantenimiento del sistema de pensiones, sino para evitar el suicidio poblacional español e impedir caer en una sociedad vieja y abatida; el que no se cierren más escuelas y, por extensión, cada vez haya menos maestros y enseñantes; un trabajo digno y justamente remunerado; una sanidad eficaz y moderna que trate a los enfermos, además de cómo pacientes, como personas; una justicia rápida, cercana y accesible para todos los bolsillos; y unos políticos que sean capaces de desempeñar su labor de servicio a los demás de una manera clara, íntegra, eficiente, y que hagan frente a nuestros problemas de una forma valiente sin cálculos ideológicos ni servidumbres electoralistas.

Ahora todo es mucho más volátil, impreciso, asimétrico, vacío, pesimista, desesperanzador e inabarcable; es como si quisieran que viviéramos nuestras vidas con un corsé diseñado y creado para control y deleite de la vista de los que saben que nos pueden arruinar nuestras vidas con un simple apretón del cordel. No quieren que nos muramos; eso sería además de necio grotesco y poco práctico; no, lo que quieren es que vivamos asfixiados y dando las gracias por poder respirar con dificultad, mientras seguimos sosteniendo, con un silencio vergonzante, una forma de vida ajena a nuestro propio destino y aspiraciones.

Es más, pretenden que creamos que lo contrario es realmente lo cierto. Y que hemos nacido para vivir, como lo hacen los hámster, corriendo eternamente en la rueda de la vida, sin más aspiraciones que la de bajarnos de vez en cuando de ella para beber agua y hacer nuestras necesidades, y esa vida realmente cansa. Pero eso es lo que tiene dejarse llevar: vivir siguiendo la estela de la imposición de lo políticamente correcto. De vez en cuando deberíamos bajarnos de la rueda para respirar y pensar por nosotros mismos y, de camino, rediseñar nuestras propias vidas y darle algún sentido positivo, mágico si se prefiere, desafiante en cualquier caso, a nuestro discurrir diario.

Nosotros nos lo merecemos; nuestras familias también. Nos merecemos una vida donde podamos contribuir con nuestro trabajo y esfuerzo al desarrollo y sostenimiento de un plan con viabilidad práctica de un futuro razonable, pero acompañados, al menos por igual, de una parte de nuestros gobernantes que estén dispuestos a poner los medios y los cauces políticos y administrativos necesarios y suficientes como para que, entre todos, podamos abandonar la mediocridad, la desidia, la pena y la deshonra al que muchos de los políticos que dicen "servirnos" nos tienen tan acostumbrados.

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