Los vecinos del barrio de Yabal Mukaber, donde vivía el atacante palestino que mató a cuatro soldados israelíes el domingo, temen que las medidas punitivas contra este vecindario, del que ya han salido varios agresores, lleven a nuevos ataques.

Los familiares del atacante palestino, Fadi al Qunbar, han terminado de vaciar la vivienda, después que la Policía israelí entrara ayer y perforara las paredes donde pondrán los explosivos para demolerla, como parte de las medidas con que Israel responde a los ataques.

No saben todavía cuándo ocurrirá, aseguran mientras divisan de forma intermitente tropas de policías en las colinas del barrio, que han llevado a cabo varias redadas desde el ataque y han bloqueado accesos con barreras físicas por orden del Gobierno israelí.

La permanente presencia policial, detenciones de sospechosos, revocación de permisos y el clima de tensión que inunda la zona desde el suceso preocupan a los residentes, que creen que las represalias pueden incendiar más los ánimos y empujar a otros jóvenes a cometer ataques.

Estos días la madre de Fadi, Minwa al Qunbar, recibe en su vivienda el pésame de vecinos y familiares en un velatorio sin cadáver, porque las autoridades israelíes no devolverán el cuerpo de su hijo que murió tiroteado por los soldados cuando intentaba arrollarlos por segunda vez con el camión que conducía.

Minwa ha perdido el permiso de residencia como otros doce familiares, también de Yabal Mukaber, en una medida sin precedentes aprobada el lunes por el Ministerio de Interior y ratificada por el primer ministro, Benajamín Netanyahu, que ha anunciado endurecer las represalias contra los agresores.

Patrullas vigilan junto a la mezquita la entrada de la sinuosa calle que sube hasta la vivienda familiar, desde donde se puede ver el muro de separación, levantado en 2008, que partió en dos la villa, situada entre Jerusalén Este y Cisjordania, dividiendo propiedades de las familias oriundas.

El barrio árabe de Yabal Mukaber, en el este ocupado de Jerusalén, se encuentra junto a la sede del Organismo de las Naciones Unidas para la Vigilancia de la Tregua (ONUVT), creado en 1948, y al asentamiento israelí de Armón Hanatziv, próximo al mirador donde el domingo fueron asesinados los cuatro soldados y heridos otros 17.

Mansour Mashara, un vecino residente, solo se siente confiado para hablar cuando se aleja del vecindario y muestra su preocupación recordando otros vecinos que, antes de Qunbar, perpetraron ataques contra israelíes.

Ala Abu Yama, de 33 años y con ciudadanía israelí, mató en octubre de 2015 a un rabino e hirió a tres personas en el barrio de Bakor Baruch, el mismo día que Baha Mohamed Elayan, de 22 años, mató junto a otro acompañante a dos israelíes e hirieron a 15 en un ataque con cuchillo y pistola en un autobús.

Días después, Mutaz Ahmed Ewisat, de 16 años, intentó apuñalar a varios soldados en control militar del asentamiento israelí de Armón Hanatziv.

Todos ellos murieron tiroteados por las fuerzas de seguridad mientras que otros, como dos jóvenes de 16 y 17 años del mismo barrio, fueron detenidos en mayo de 2016 tras herir a un grupo de cinco paseantes con un cuchillo y un mango de un hacha.

"En este barrio, todos nos conocemos y estamos emparentados, al final estos castigos harán que otro joven vuelva a atacar como ya ha ocurrido otras veces", lamenta Mansour.

Varios familiares de Fadi han recibido estos días un aviso de la Alcaldía de Jerusalén que les requiere documentación por haber hecho obras ilegales en sus viviendas.

Yousef, uno de los propietarios afectados, no descarta que la advertencia esté relacionada con el ataque de Fadi y cree que es el inicio de un proceso de demolición.

Este anciano palestino es uno de los que acude al patio de la familia Qunbar, donde vecinos y conocidos se congregan sin apenas hablar con los medios porque aseguran "tener miedo" a posibles repercusiones.

También se acerca al velatorio gente que no tienen vínculos personales con la familia, como Jamil al Sarhut, un escritor palestino que asiste para denunciar lo que considera las consecuencias de la ocupación: "De esta manera no podremos alcanzar la paz", opina.

En la casa vacía de Fadi, a la espera de ser demolida, queda el cártel con su rostro que fue impreso tras el ataque para honrarlo.

Precisamente para evitar honrar a los atacantes y disuadir a nuevos agresores, Israel impone estas medidas de castigo que, sin embargo, los palestinos creen que solo traerá más odio y violencia.