De nuevo, cuando la rutina del día a día ha vuelto por sus fueros, la gran mentira de todos los años ha tocado fin hasta el próximo episodio, y si acaso queda en algunas mentes paternales el subterfugio póstumo de amenazar con que los Reyes, que aún están cerca, pueden volver a llevarse los regalos si sus actuales dueños vuelven a portarse mal. Pero esto ya no cuela, porque las mentes infantiles ya están ocupadas con la nueva mensajería que empacha sus neuronas en pleno desarrollo; porque los mayores, en un alarde de novelería, o tal vez para ganarse su simpatía, ya les están moliendo la batata con el próximo disfraz para el casi inmediato Carnaval. Y de fiesta en fiesta, y tiro porque se mezcla...

Resulta digno de estudio concienzudo el criterio que puede tener un niño de corta edad ante un suceso determinado. El de mi caso, con cuatro años y medio y por tanto el miembro más pequeño de la familia, reaccionó con una frase lapidaria ante nuestra pregunta de si le habían gustado los Reyes. No, respondió con extraña firmeza. Y al inquirir el porqué, contestó: "Porque no eran los verdaderos, sino que iban disfrazados con colores muy oscuros...". Conste que no puedo opinar, porque por estrategia materna y para evitar las aglomeraciones, fue llevado con su hermano mayor a contemplar la cabalgata en el municipio de El Rosario. Y de ahí se trajo esta extraña conclusión que dejaría a un adulto más que perplejo. Otro de nuestros errores, salvo excepciones, consiste en interpretar la preferencia por un juguete determinado, que a nosotros nos haya entrado por los ojos por su precio oneroso o por la campaña de publicidad llevada a cabo para su venta. Se da la circunstancia de que a mi nieto Darío lo que más le ha gustado no ha sido la consabida tableta, o el coche con mando a distancia, sino un simple avión de plástico ¡con piernas!, que le ha servido para desechar los restantes regalos y dedicarse enteramente a él en su universo personal e intransferible. Algo que nos sucede por manosear hasta el agotamiento el repertorio de los tópicos al uso. De todos ellos me quedo con el de una persona recién conocida: "Ni carbón por portarme mal ni gaitas; yo me guardo el dinero para, una vez pasada la fecha, comprarme el doble a mitad de precio". Lúcida actitud que va ganando terreno cada día, dejando la Epifanía para el simbolismo de un regalo modesto para cumplir con la tradición, totalmente ajeno al oro, el incienso o la mirra. Y todo ello porque al diversificarse en el comercio los tiempos y las etapas de liquidación de existencias, la gente se ha vuelto menos alegórica y más práctica. Las técnicas de venta se están modificando como los criterios de los compradores, que dicho sea de paso también están más menguados a la hora de disponer de un presupuesto.

Vueltos, como he dicho, a la rutina de las festividades, en los próximos días veremos entremezclados con la sátira carnavalesca -nunca bien lograda, por cierto- los rifirrafes políticos, donde cuatro "guasapeadores" se dedicarán a trazar las líneas maestras de una opinión que se pretende generalizar para bien o para mal. La última, supuestamente venida de Bruselas, que menciona que "el cobro de la pensión debe de ser excluido del IRPF, porque se considera una injusticia estar tributando doblemente por una renta que ya lo fue a lo largo de toda una vida laboral". Yo, por si acaso, seguiré buscando con ingenuidad el arca perdida.

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