La última erupción que ha vivido Tenerife, la del volcán del Chinyero de 1909, apenas duró diez días y no ocasionó daños a la población, pero fue más explosiva de lo que se pensaba y dispersó cenizas sobre zonas de la Isla donde hoy viven más 215.000 personas y se encuentran sus dos aeropuertos.

Los geólogos saben que todo el complejo que compone el volcán del Teide ha entrado 13 veces en erupción en los últimos 2.000 años, las seis más recientes en periodo histórico (1492, 1704, 1706, 1798 y 1909), y tienen la certeza de que sigue activo, como recuerda un artículo científico que revisa lo ocurrido en la última de ellas.

La Isla cuenta, por ello, con todo un sistema de vigilancia sismovolcánica diseñado para responder con rapidez cuando se produzca una nueva erupción, el mismo que permitió detectar hace tres meses que la Isla había registrado cerca de 400 microterremotos imperceptibles para la población, concentrados en una sola jornada.

Los diarios sensacionalistas británicos convirtieron esa secuencia de microseísmos en titulares de "pánico en Tenerife", lo que no se correspondía ni con la realidad del fenómeno, que no tuvo continuidad, ni con la historia de las erupciones en esa isla, que no han provocado víctimas directas, ni siquiera la más dañina de ellas, la que cubrió de lava el puerto de Garachico en 1706.

En 1704 sí se citan en documentos históricos algunas víctimas mortales en Tenerife como consecuencia de seísmos previos a la erupción, pero hace solo cinco años El Hierro sufrió miles de terremotos de hasta magnitud 5 durante el nacimiento del volcán Tagoro y ni siquiera se documentaron daños materiales.

A día de hoy, la ciencia no puede predecir cuándo será la próxima erupción del Teide, pero sí valorar cuál puede ser el escenario más probable que se le puede plantear en ese momento a Tenerife, gracias al estudio de las erupciones que ha vivido la Isla en el pasado.

Con ese enfoque, cinco investigadores del Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología de Italia y del Centro Geofísico de Canarias del Instituto Geográfico Nacional de España publican en el último número de "Bulletin of Volcanology" una revisión de la erupción que hizo brotar en la madrugada del 18 de noviembre de 1909 el volcán del Chinyero en las laderas del noroeste de Tenerife.

Para ello, no solo han revisado los abundantes testimonios históricos existentes sobre aquel acontecimiento (de testigos directos, de científicos que llegaron al volcán al segundo día de erupción y de las autoridades de la época), sino que han examinado los depósitos de lava, cenizas y lapilli que generó el Chinyero.

"No hubo víctimas, ni daños para las villas habitadas, pero la lava y las emisiones de ceniza y lapilli infligieron un gran daño a la agricultura", recuerdan los autores, además crear graves transtornos para un sector todavía entonces incipiente: el turismo

Las lavas se detuvieron a cuatro kilómetros de distancia del volcán, pero cubrieron unas 270 hectáreas de terreno. Y los cálculos de este trabajo indican que el Chiyero pudo arrojar a la atmósfera entre 8,7 y 12,4 millones de toneladas de materiales piroclásticos.

"Este estudio revela que la intensidad y magnitud de Al contrario de lo que se asumía, por lo menos durante tres días no fue una erupción stromboliniana de baja intensidad, sino una erupción stromboliniana violenta, que arrojó lapilli a 20 kilómetros de distancia y cenizas a más de 130 kilómetros", resumen los autores.

¿Qué pasaría si una erupción así sucediera hoy?, se preguntan. Su respuesta recuerda que el aérea afectada por aquella erupción está salpicada hoy de autopistas, centros turísticos, hospitales y cultivos agrícolas y que los dos aeropuertos de Tenerife están dentro del rango de dispersión de las cenizas del Chinyero.

"Si una erupción así se repitiera, el transporte aéreo en Tenerife quedaría interrumpido, lo que provocaría un impacto sustancial, directo o indirecto, sobre todas las industrias que dependen de él", añaden.