Alguien había anunciado una función más de teatro del bochorno en la que se suponían tres protagonistas: un presidente ilegítimo, aislado y en declive, un Román Rodríguez enamorado ante el espejo y crecido hasta las cachas, y una Patricia Hernández indecisa entre la ira y la lástima. Pero lo que son las cosas, el guion se torció desde el minuto uno. Después de una primera intervención anodina de Clavijo, en plan buen rollito y yo no he sido, y tras el introito telúrico de Curbelo, saltó Román al estrado como si fuera a comerle los higadillos a Clavijo, para desinflarse inexplicablemente desde los primeros versos. Román es el mejor parlamentario de Canarias (por abandono de sus mayores), pero ayer estuvo más gritón y faltón que convincente. Y eso que venía el hombre sin papeles y con la lección aprendida, tan aprendida que se olvidó de hacer pedagogía más allá de la agarrada, y se desfogó entre sofismas, caricaturas, versiones particulares del apocalipsis y alguna obvia patraña oportunamente hilvanada. Todo ello con el "leit motiv" de la ilegitimidad del presidente en minoría, reiterado por él y por su pupila Noemí, a la que ahora Román copia. Un juego peligroso, este de señalar lo que es legítimo o ilegítimo, que la Santana intentó reforzar cual aprendiz de reina maga de Carmena, con tres regalitos de enero al solitario presidente: una preciosa edición del Estatuto por la que el Parlamento pagó una pasta hace unos años, una calculadora más que ajada de tanto sumar correos y un mapa en blanco y negro de Canarias. En la calculadora, la verdad verdadera y dual del asunto: un gobierno que no suma, frente a una oposición que tampoco.

Resolvió el atasco con tablas y mucho taconeo (iba la cosa de sarao, ya dije) María Australia Navarro, que se lo hizo de flamenca rubia y deseable. Incluso presumió de ello. Fue la diputada Navarro el descubrimiento de una sesión en la que Lavandera pinchó (dicen que venía con gripe), Patricia Hernández se la pasó con carita de pena, Ruano se enredó en su rol de filósofo presocrático y Clavijo se sacó de la mochila un pronto cabreado que da bastante yuyu.

Usted me perdonará la descripción, pero es que no dio para mucho y además -si de verdad le interesó el asunto- ya lo vería retransmitido a la fuerza... Al final, todo se reduce a la maquinita de hacer cuentas: sin el PP no suma nadie, pero el PP ha recibido de Génova instrucciones de ser paciente y tomárselo con calma. La flamenca dejó claro que no los cuenten para cargarse el Gobierno, y se puso en valor. Un discurso muy ajustadito que no compromete a los de Antona y que deja al PP abiertas las opciones para elegir al final lo que ya han elegido, que es apoyar a Clavijo en las cosas gordas hasta que Madrid autorice a gobernar con él. Lo dijo la diputada Navarro todo lo claro que esas cosas se pueden decir en política, y dejó los segundos discursos de Román, Santana y Lavandera vertiendo sumas en el aire, como en una canción triste de Aute, reiterando un estribillo que ni ellos se creen. Claro que eso es lo de menos: hoy volverá a brillar la coreografía de la posverdad y habrá periódicos que insistan en la censura y dos piedras, y nos ilustren sobre la insoportable soledad del ser o declinen en lengua de curas la ilegitimidad de un Clavijo que sale milagrosamente reforzado de su más idiota derrota.

Hechos, pues: el PP sostiene desde fuera al Gobierno, con sus más y menos calculados al céntimo, mientras el PSOE agoniza en su voluntario retiro, esperando entre navajas y conspiraciones que a Antona le autoricen a incorporarse a la fiesta.

Más hechos: vienen otros tiempos. No serán tiempos de diálogo sino de un gobierno de derechas. El que nos habrá traído la inteligencia de la izquierda. Durará.