Paseas por la calle, pasas por una terraza y observas a la gente sentada, sonríes... Sigues caminando y miras por la ventana de un restaurante, observas... Sonríes... Vas a cruzar y miras al coche que se para, sonríes... Te cruzas con una madre que empuja el carro de su hijo, sonríes...

Y sí, sonríes por no llorar, porque cada persona con la que te has cruzado, cada grupo que has observado, tecleaba, hablaba, jugaba, respondía un email, en una pequeña máquina, un Smartphone, que se ha convertido en el centro de nuestra vida, sonríes y te dan ganas de llorar, porque tú haces lo mismo. Te das cuenta, lo sabes, todos lo hacemos. Nos excusamos, sí, pero es que yo... Nosotros sí tenemos excusas, los demás no. Criticar al otro es tan sencillo, claro, porque lo miras cuando tú no lo estás haciendo. Ver tus propios defectos en los demás es una proyección de lo que no te gusta de ti.

La realidad es que la vida se imposta de una manera complicada. Si no tienes un Smartphone de última generación eres criticado, estás obsoleto, contigo no puede comunicarse, o no tienes los medios para poder acceder a ciertos "privilegios". Si lo tienes y lo usas, es que estás todo el día con el móvil. Actualmente, el Smartphone se ha convertido en un medio laboral, social, de ocio y de apoyo. Si no estás hablando con un amigo, estás respondiendo un email de trabajo, estás mirando la tarea de tus hijos que ponen en la plataforma del colegio, viendo unas fotos, navegando en internet buscando información, mirando las cuentas del banco, apuntando alguna cita en tu agenda, desconectando, jugando, o escuchando música. Antes, cuando estabas en el trabajo, trabajabas y si te llevabas el trabajo a casa, eran papeles. Enviar información se hacía en Correos, mirabas la tarea de tus hijos o sus calificaciones por la agenda o las notas, en papel. Ibas al banco, abrías el álbum de fotos, o buscabas información en la enciclopedia, jugabas al parchís o leías un libro. La gente podía decir lo que estabas haciendo todo el tiempo por lo que te veía hacer, el problema es que ahora lo haces todo con una máquina y eso no se ve bien, pues pasar mucho tiempo con algo da una imagen negativa de nosotros, una imagen de debilidad o dependencia.

Actualmente, se exige prontitud y celeridad en la cotidianidad, si alguien te escribe un WhatsApp sientes que debes responderlo ya, si tienes algo que hacer, no sirve el "lo hago mañana", no, se hace ahora sobre la marcha, que mañana me lío o me olvido, y como lo tengo en la mano... Vivimos en estado de alerta y estrés constante, somos multifuncionales todo el tiempo que estamos en vigilia, somos capaces de hacer varias cosas a la vez. Quizás nuestro cerebro se esté desarrollando para adaptarse a esta evolución, pero nuestras relaciones, las más cercanas, son las perjudicadas. Perdemos el poder compartir tiempo de calidad, perdemos miradas, perdemos diálogo, perdemos atención, perdemos conexión. Y nos damos cuenta, a veces sobre la marcha o a veces tarde, otras ni nos enteramos. Nos podemos quejar, podemos llamar la atención del otro, pero siempre lo haremos en momentos diferentes, cuando el otro lo usa y tú no.

¿Y qué podemos hacer? Si vas leyendo piensas, es fácil, dejo el móvil a un lado, lo apago, lo dejo en un lugar cuando esté con los amigos, con los míos, en casa. ¿Cuántas veces lo has intentado? Muchas, ¿verdad? Ahí está la adicción, de alguna manera no podemos, siempre ocurre algo que hace que lo cojas y que te líes.

En esta vida todo es cuestión de prioridades, de estar en el presente y de ser eficientes. Debemos recapacitar y organizar nuestro tiempo. Darle importancia a lo que sí la tiene. El tiempo pasado no se puede recuperar y luego llegan los lamentos. Céntrate.

Cuando sea la hora de trabajar, trabaja. Cuando sea la hora de compartir, comparte. Cuando sea la hora de estar, estate.

Domínalo, contrólalo... Comparte esto con los tuyos, es un trabajo en común, de apoyo, si solo lo haces tú te sentirás frustrado, si te avisan de que no cumples, no te justifiques, cierra y hazte presente. Si es el otro, avisa, no machaques, alienta, hazle saber que te sientes bien cuando están compartiendo. Habrá más unión y las relaciones mejorarán. Os hará sentir bien. Los silencios también se pueden disfrutar.

¿Lo intentamos? Estoy segura de que merece la pena....

*Psicóloga y Terapeuta

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