Esta semana se produjo la toma de posesión del nuevo presidente de los Estados Unidos en un acto que, más que nunca, atrajo la atención de casi todos los países del mundo. Donald Trump representa el triunfo del populismo frente a la vieja y cansada política, la victoria de una nueva demagogia basada en conectar con los sentimientos de la gente ofreciéndoles soluciones simples, inmediatas y contundentes.

Muchos de ustedes pensarán que figuras como Donald Trump y Nicolás Maduro, por ejemplo, se encuentran en polos opuestos de la política. Pero no es así. Aunque se encuentran a derecha e izquierda convergen en un mismo punto. Surgieron, primero, como un fenómeno mediático y secuestraron la atención de las televisiones con un lenguaje sensacionalista y espectacular que insultaba a los políticos, que atacaba un sistema corrupto al servicio de unos pocos, que exaltaba los sentimientos de patriotismo y prometía grandes soluciones para los necesitados.

El populismo, disfrazado de nueva política, de una nueva forma de hacer las cosas, es en realidad muy viejo. Es el triunfo del oportunismo que algunos líderes practican cuando en las sociedades ocurren determinadas calamidades sociales o económicas. Cuando un país se encuentra postergado, deprimido o en crisis, surge siempre la voz de un iluminado que señala el camino a seguir, que insulta a los políticos considerándolos inútiles e incapaces y que promete hacer una nación más grande, si es de derechas, y más justa, si es de izquierdas.

Ese es el espacio que ocupa hoy Podemos en España bajo el liderazgo carismático de Pablo Iglesias. Los podemitas desprecian esta democracia porque no representa a los ciudadanos (ellos sí, obviamente). Hablan con desprecio de una "vieja" política y se consideran a sí mismos los auténticos representantes del pueblo, los únicos defensores de una sociedad más justa y una fuerza transformadora y revolucionaria hacia un estado de verdadera justicia social. Con ese mensaje Donald Trump podría perfectamente ser elegido en Vistalegre como nuevo líder de Podemos. Incluso no le haría falta amañar las primarias internas.

Les voy a poner un ejemplo de la grave distorsión mental que padecen los populistas. El populismo ha llevado a la ruina absoluta a países como Venezuela cuya sociedad se encuentra al borde del abismo. Bien lo saben los miles de canarios que tienen amigos o familiares allí. Sin embargo, para un podemita español eso no tiene importancia al tiempo que señalan que las listas de espera de la Seguridad Social son la demostración del fracaso de los políticos españoles que no destinan suficiente dinero público al estado del bienestar.

Los populistas de aquí denuncian sin ningún rubor el progresivo desmantelamiento del Estado del Bienestar en Canarias (un país que destina el ochenta por ciento de sus presupuestos a gasto social; a los servicios de la Sanidad, a Educación y a la ayuda a colectivos necesitados) mientras que creen que la revolución es todo un éxito social. Y la defienden a capa y espada.

Insultan con altanería a los ciudadanos que militan en otros partidos políticos, porque ellos se consideran los "verdaderos" demócratas. Tienen las soluciones para todos los problemas aunque allí donde ya tienen algún gobierno no solo siguen existiendo los mismos problemas que antes sino que algunos se han agravado. Y nos enseñan cómo podrían ser cuando vemos cómo tratan a los periodistas en las ruedas de prensa (Trump no dejó preguntar el otro día a un periodista de la CNN al igual que Iglesias atacó a otro periodista de El Mundo en una conferencia) o tratan a los suyos si intentan manifestar alguna discrepancia: les cortan la cabeza.

Un populista ha llegado democráticamente a la presidencia en el país más poderoso del mundo. Habla de levantar muros y de colocar a América "primero" en todas sus actuaciones. Aunque nos parezca muy lejana, los efectos de la política de Trump pueden llegar a Europa de forma devastadora. De nuevo un hombre carismático ha seducido a un pueblo hablando de justicia, grandeza y cambio. Créanme cuando les digo que me temo lo peor, aunque deseo con todas mis fuerzas equivocarme. El populismo nunca trae nada bueno, ni en la oposición ni en el poder.

*Presidente del Cabildo de Tenerife