Adolfo Díaz cumplió el pasado septiembre 80 años. De ellos, más de medio siglo largo ha estado vinculado a una de esas ventas tan características de los pueblos tinerfeños, desde donde ha visto pasar el tiempo despachando bocadillos de sardinas y embutidos, cuartas de vino y otros productos frecuentes de las despensas canarias y del agro local.

Enclavado en Machado, en El Rosario, su negocio surgió después de casarse, con algo más de 20 años. "No estudié porque no pude, aunque se me daba; solo estuve seis meses en un colegio en los que aprendí a sumar y dividir", rememora Adolfo sobre el inicio del camino hasta convertirse en ventero. Y es que las circunstancias lo llevaron a dejar los libros para cargar "cestos de hormigón" en un estanque cerca de Llano del Moro y, posteriormente, para trabajar en la construcción del canal de Araya.

En adelante, su historia es la de un pequeño local del que ahora se encarga su hijo Pedro y que se caracteriza por su aire costumbrista. En la puerta, una chapa de Pepsi Cola de esas que se llegaron a convertir en habituales en este tipo de espacios, así como en algunos bares de los pueblos, y dentro, dos estancias pequeñas conectadas por una puerta: la primera, con la venta en sí y la otra, con tres mesas con manteles de hule, sillas azules, un fregadero, un almanaque y unas repisas con botellas.

En tiempos de grandes superficies y de nuevas tendencias de negocio, Adolfo señala que, aunque con oscilaciones en función de los días, siguen atrayendo a clientes. Incluso, relata, hay vecinos de Tabaiba y Radazul que se desplazan hasta allí para comprar verduras, si bien admite que nada tiene que ver con los años gloriosos de la lucha canaria en el lugar, que atraía a una cantidad de gente tal que lo llevó a apostar por diversificar su oferta gastronómica: gofio, ensalada, carne de conejo...

Y sí, fiaba. Todavía conserva unos antiguos libros en los que recogía las deudas. "A mí también había algunos almacenes de Santa Cruz que me permitían pagar cuando tenía dinero; hasta gasoil llegué a poner de esa forma...", cuenta al ser preguntado por el riesgo consustancial a esa práctica (¿y si el cliente no paga?) cuando vuelve la vista atrás, a unos tiempos que en cierta medida perviven en su venta, en esa localidad de berros y corsarios que es Machado.