El día 10 de enero pasado escribía García Ramos en estas mismas páginas el artículo de opinión "Pensar el nacionalismo canario". El nacionalismo me ha perseguido con encontrada afectación toda la vida. Como soy de la época de las revoluciones socialistas y nacionales y luchas de liberación nacional, solía leer mucho a autores (muy rupestres, aunque después y lejos encontraría peores) que escribían sobre ello. Auténticas arquitecturas de naipes que no habías descubierto aún que lo eran.

Pasé de los creadores de nacionalismo a los estudiosos de él, que ponían al descubierto su verdadera naturaleza. Casi todos proceden del ámbito académico; Amin Maalouf ("Identidades asesinas") es una de las excepciones. Las grandes autoridades en nacionalismo, que permite comprobar la extensión del fenómeno, son hostiles a él, les une la desmitificación radical del nacionalismo. Gellner, Hobsbawm, Kedourie, Anthony D. Smith, Ignatieff, Anderson constituyen la contraposición y descalificación más rotundas a los voceros del nacionalismo, que son los inventores de esas naciones, ellos las crean.

Este factor de creación, que se engasta en lo que dicen los teóricos, se da en Juan Manuel García Ramos. Lo que ocurre es que lo declara, no se trata de desvelar lo ya preexistente (la nación eterna subyacente, a despertar), esa verdad absoluta como hacen los nacionalistas, sino de crear desde lo difuso y de difícil aprehensión un nuevo nacionalismo diferente. Por operar contra los esquemas constituyentes del nacionalismo parecía condenado al fracaso. A esa idea contribuía la carga literaria y la densidad imaginativa empeñadas, con la que formulaba el marco de su nacionalismo: la atlanticidad. Su valor intelectual suponía su naufragio político. Ni Braudel ni Naipaul resultaban suficientes asideros.

Parecía imposible que este modelo tan inviable desde el punto de vista de las premisas ideológicas y sentimentales del nacionalismo pudiera prosperar o su creador arrumbar hacia algún puerto político.

Mientras se puso de moda la famosa "sombra del almendro" (Estévanez), para apelar a un nacionalismo vagaroso y somnoliento, García Ramos optaba por su propia "ruptura epistemológica", que lo expresa en el artículo de marras.

En dicho artículo sitúa de la manera más inopinada al nacionalismo canario en el marco de la globalización, y no como hacen todos los nacionalismos (los internos como los externos), poniéndose a resguardo de ella, pertrechados de etnicismo, sino para incardinarse en esa realidad mundial. El giro se produce una vez traspasadas la erudición y la ilustración literaria para adoptar imaginativas fórmulas ya enteramente políticas, muy novedosas, realistas, abiertas. No conocemos caso similar.