Como andaluz se considera un humilde heredero de la tradición de célebres maestros de la pintura como Zurbarán o Velázquez, dentro del estilo realista y barroco que caracteriza a esa escuela. "El bodegón encierra las mismas complicaciones técnicas que se deben afrontar cuando ejecutas el trazo de una figura humana", explica. "O eres capaz de captar las transparencias de los colores o estás perdido", asegura convencido.

Hasta el 11 de febrero, el Hotel Escuela Santa Cruz acoge una muestra de 25 bodegones al óleo salidos de la paleta de Antonio Portero (Jaén, 1942), artista afincado desde 1992 en Tenerife, como parte del programa de actividades que se realizan en este centro bajo el lema "Hecansa-Gastrocultura". Paralelamente, también cuelga una serie de cuadros (paisajes, floreros, bodegones, retratos) en la calle Real de Santa Cruz de La Palma.

Durante muchos años ha aprendido la técnica copiando de modelos vivos. "Estas obras exigen mucho dibujo, que es lo que hoy en día no se hace". Además, tiene meridianamente claro que la condición de "grandes pintores" hay que adjudicárselas a quienes hacen arte figurativo, "los otros son los que se meten en política", dice. "Llaman vanguardia a lo que ya pintaban nuestros antepasados en las cuevas", sentencia.

Y se pregunta: "¿Cómo es posible que los pintores tomen como referencia una fotografía, cuando en las Islas existen una luz y unos paisajes únicos, maravillosos? No lo entiendo, no me cabe en la cabeza; el natural te absorbe".

La riqueza cromática salta a la vista en piezas como la que reproduce la primera página del periódico El Día, como un elemento más de lo cotidiano; la penca, el naife (cuchillo canario), uvas y papas, calados, hortalizas... La imagen de nuestro popular mago ataviado con manta esperancera es la de Pepe, un amigo del pintor y vecino del puente Zurita. "Estuvo yendo a casa una semana seguida para posar".

Antonio Portero comenzó a exponer sus pinturas en Tenerife, siempre con los lienzos de sus clásicos bodegones al óleo. En 1970 marchó a París, donde estuvo en la escuela Poniparnaz y en la Gran Sumie, y en 1972 regresó a Madrid recorriendo con sus exposiciones distintas ciudades de España, tales como Barcelona, Lérida, Granada o Palma de Mallorca, abarcando todos los temas del arte, con preferencia del desnudo, bodegones y dibujos artísticos.

Ha ganado varios premios y algunos de sus cuadros cuelgan en museos de Ceuta, Logroño o Badajoz, así como en colecciones particulares de varios países.