Llega un día en el que todo lo relativizas, en el que las cosas cambian de sentido, en el que tu mundo se transforma. Llega un día en el que lo que era importante se vuelve insignificante y lo que jamás pensaste que pudiese ocurrir se materializa de forma imperiosa, dentro y fuera de ti. Una noticia terrible, una enfermedad, una muerte... irrumpen en tu cosmos, empiezas a valorar lo que antes dabas por hecho, la vida, la salud, el amor, la alegría. Comienzas a darte cuenta del tiempo perdido, absorto en nimiedades, en materialismos, en banalidades. Ves cómo todas esas emociones que llenan tu cabeza hacen que el mundo se ralentice, tu mente da vueltas reorganizando toda su estructura, tus prioridades cambian de lugar. De repente, llega el día, en el que te haces consciente.

Hace unos días aparece la noticia del fallecimiento de Bimba Bosé, noticia que coge a la mayoría de los españoles por sorpresa, tan joven y de forma tan silenciosa desaparece del mundo. Un cáncer se la llevó. Nos hace pensar y recapacitar, pero quizás solo le dedicamos un leve pensamiento, si estamos sanos y no hemos pasado por esa enfermedad, le daremos carpetazo rápido. Pero ¿qué ocurre cuando ya seamos nosotros o alguien cercano que ha pasado o está pasando por el proceso? La cosa cambia.

Las noticias de enfermedades propias o en personas queridas, saber de alguien que fallece, nos cambia la forma de apreciar las cosas. Compartir tiempo con los nuestros, saborear la vida, trabajar menos, preocuparse por otras cosas más básicas y menos superficiales son los primeros cambios.

¿Por qué realmente no pensamos así siempre? ¿Por qué debe llegar una enfermedad o pena para tomar contacto con lo que da la felicidad interna? Y lo peor de todo, ¿cómo es que, superado el tiempo de luto, o la enfermedad, al cabo del tiempo, volveremos a comportarnos de la misma manera?

Tenemos un maravilloso cerebro que tiene, entre otras, como gran cualidad la adaptación, supera adversidades y te las coloca donde no puedas tenerlas en presente la mayoría del tiempo, sólo te las recuerda cuando estás en situaciones similares para que intentes no caer en el mismo error, eso es la base del aprendizaje.

Al mismo tiempo, vivimos en una sociedad hedonista y perfeccionista. Hay que buscar el placer inmediato en todo lo que se hace y además debes sobresalir entre tus iguales. Si te vas de viaje, la envidia del prójimo hace que ahorre o se endeude porque él no puede ser menos. Si te sacas una foto, venga a retocarla con multitud de aplicaciones diferentes para parecer mejor de lo que estás. Cuando sales vestido a la calle, quieres llamar la atención por cualquiera de las cualidades positivas que te interesen o preocupen en ese momento. Si te fijas vivimos inmersos en una corriente de trivialidades que desaparecen por arte de magia cuando surge el instinto más básico del ser humano: el instinto de supervivencia.

Claro que no se puede estar viviendo cada día como si nos fuésemos a enfermar, como si fuésemos a morir mañana, pero sí que es importante algo... Te propongo un juego:

Imagina que vas al médico y te dice que te quedan pocos años de vida... Piensa bien, detenidamente, unos años de vida... ¿Qué harías? ¿Qué cambiaría en tu vida?

Vuelves a los meses al médico y te dice que ha habido un error, te queda un año, sólo un año... Piensa: ¿qué te gustaría hacer? Enumera las cosas que harías...

¿Te das cuenta? Lo que has estado pensando son tus verdaderas prioridades. Es lo que te hace feliz y no estás haciendo todo lo que te gustaría. No las olvides.

Este juego te permite centrarte, en ver qué cosas no estás haciendo, qué te estás perdiendo. Es curioso que la mayoría de gente suele responder pasar más tiempo con los que quiere, en vivir instantes más intensos con ellos, ¿qué nos lo impide?Estamos de acuerdo en que las responsabilidades no se pueden abandonar, pero sí quizás podemos estar de otra forma en nuestra vida diaria, buscar un justo equilibrio para sentirse satisfechos y completos es el secreto.

Aprendiendo de todo lo experimentado y resumido en este artículo, solo podemos ambicionar, sin dejar de ponerlo a un lado, que llegue el día en que tus prioridades y tu realidad sean lo más similares posibles. ¿Vamos a por ello?

*Psicóloga y terapeuta

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