Los carnavales son desenfreno puro. Algunas de las fantasías más recurrentes para ambos sexos tienen como entorno lo enigmático: los disfraces, el desconocimiento del otro, el perder el control diario y dejarse doblegar la voluntad para acabar teniendo el mejor sexo de nuestra vida. No en vano, el juego de las máscaras es protagonista tanto en las "50 sombras de Grey" como en "Eyes wide shut". Y ambas historias, aunque nos puedan parecer hasta nuevas, están basadas en las más entroncadas fantasías del ser humano. Perteneciendo cada una a un género distinto, las dos han sido consumidas vorazmente por millones de personas que, a buen seguro, se hubieran cambiado por alguno de sus protagonistas a la orden de ya.

Y el carnaval, con sus adornos y su ecosistema particular, es mucho de eso. Es mucho de flirteo, de gustar y ser gustado, de seducir, de poner y quitar límites, de vacilar con lo prohibido, de trasgredir. Cuenta la leyenda que nueve meses después de la fiesta el número de mujeres preñadas se multiplicaba hace años por no sé cuántos. Sin ir más lejos, en carnaval era cuando más énfasis se hacía en las campañas para ponerse el preservativo. Una amiga dice que no es que haya más lujuria estos días, sino que la que hay se nota más. En cualquier caso, entréguese a sus fantasías, a sus ilusiones, a lo que puede ser y no es, a los demonios de su cabeza, a la carne y al disfrute, a ligar. O no, quizá usted es de esos que dice que sólo sale a beber y a vacilar un rato con los colegas, ¿verdad?

@JC_Alberto