Chakvi, una pequeña localidad de la autonomía georgiana de Adzharia a orillas del Mar Negro, guarda un secreto español: allí vive Marina Uralde, hija de un "niño de la guerra", que recaló en este rincón después de muchos avatares.

"A mi padre lo evacuaron con diez años desde Bilbao a Leningrado con dos de sus hermanos, Arsenio y Luis. Otro hermano, Enrique, y sus dos hermanas, Marisa y Eloísa, se quedaron con mis abuelos en España. Desde Leningrado los llevaron a una casa de niños en Járkov (Ucrania)", cuenta Marina, de 62 años.

Nos reunimos con ella en Batumi, la capital de Adzharia, adonde ha venido especialmente desde Chakvi (360 kilómetros al oeste de Tiflis), en el restaurante donde trabaja como encargado su hijo Arsenio, de 38 años, seguidor del Athletic de Bilbao.

El 5 de mayo de este año Edilberto habría cumplido 90, pero murió hace 25 años en la todavía soviética Ucrania, que se convirtió en su segunda patria después de su ciudad natal, Guadalajara, cuenta Marina, mientras nos muestra viejas fotos en blanco y negro y la reliquia más sagrada de su familia: el certificado de bautismo de su padre.

En el archivo de los recuerdos caseros también hay cartas que le enviaban sus familiares desde España a la URSS.

Cuatro años después de su llegada huyendo de la Guerra Civil, los niños españoles se vieron de nuevo involucrados en una terrible contienda, cuando en 1941 Alemania atacó la URSS.

Esta fue la segunda evacuación para los hermanos Uralde, pero ya dentro de la URSS. Debido a la ofensiva alemana, la casa de niños de Járkov fue desmantelada y sus residentes enviados a familias o a lugares más al este alejados del frente.

El destino separó a los hermanos. Arsenio fue enviado a Letonia, Luis a Moscú y Edilberto a Siberia. Allí, aun adolescente comenzó a trabajar en distintas obras hasta que se hizo buzo profesional.

Se casó con una chica de Siberia, Galina Achkasova, y en 1954 nacía Marina.

Dos años después, sus padres decidieron regresar a España, pero las cosas no iban a ser tan fáciles.

"Allí mi padre se reunió por primera vez con sus familiares después de muchos años. Pero no podía quedarse mucho tiempo. Papá era un comunista convencido, hasta el final de su vida fue miembro del Partido Comunista de España, y no podía vivir bajo aquel régimen", señala Marina.

Dos años después, tras viajar a París y arreglar en la Embajada soviética los documentos necesarios, la familia tomaba el tren de vuelta a la URSS.

"Nos instalamos en 1958 en Dnepropetrovsk, en el este de Ucrania, donde nos dieron un apartamento", recuerda.

Allí creció y conoció al que sería su marido, el georgiano Dzhemal Romanadze, que había llegado para estudiar química desde la lejana Adzharia.

Se casaron en 1978, y siete años después se trasladaron a esa autonomía de Georgia.

"En Ucrania había intentado trabajar en varias ocasiones pero no lo logré, sobre todo cuando quise trabajar en fábricas militarizadas, porque en mi pasaporte ponía nacionalidad española, así que no me importaba ir a Adzharia, a la patria de mi marido".

En Chakvi trabajó muchos años en un complejo hotelero hasta su jubilación. Allí sigue viviendo con su marido, también jubilado, y sus dos hijos, Arsenio y Tina.

Hasta su muerte en 1992, Edilberto Uralde viajó varias veces desde Ucrania a Adzharia para visitarles.

"Le gustaba mucho estar aquí. Decía que los georgianos son muy parecidos a los españoles. Y que las montañas y los árboles aquí son como en España. Mi padre me enseñó a cocinar tortilla y ahora este es nuestro plato preferido en casa", señala Marina.

"Fui varias veces a España con mi padre, en tiempos de la Unión Soviética. Le gustaban mucho los toros y fuimos varias veces a ver corridas en Barcelona", cuenta.

Pero tras la muerte de Edilberto, las relaciones con la familia española se fueron cortando poco a poco.

"Y eran tiempos difíciles, la URSS se desintegraba y aquí solo sobrevivíamos. No funcionaba el servicio de correos y además nuestra familia en España se mudó", recuerda, a modo de justificación.

Pero Marina soñaba a menudo con la familia española y hace unos años su hijo Arsenio, que también echaba mucho de menos a su abuelo, buscó en Facebook "Uralde".

"Y se produjo el milagro. Mi tío Enrique, que ahora tiene 85 años, era muy activo en las redes sociales y comenzamos a comunicarnos de nuevo. Hace cuatro años fui con Arsenio de visita. Nuestros familiares viven ahora cerca de Barcelona, en Segur de Calafell. !Que felicidad volver a reunirse!".