Si bien al nacer todos somos iguales en nuestra inocente y pura desnudez, Nicola Squicciarino (autor del libro "El vestido habla") sostiene que, desde entonces, el ser humano intenta huir, escapar de la homogeneidad, del "uniforme de la piel". Y lo hace desde su propio cuerpo, que interviene y modifica con diferentes propósitos: religiosos, jerárquicos, de reproducción, para protegerse de enfermedades, con fines lúdicos, mágicos o estéticos.

Este principio lo recoge el fotógrafo Dámaso Ávila en la exposición que bajo el título "Transformación" cuelga en el Centro de Arte La Recova de la capital santacrucera, un conjunto de 44 fotografías que retratan a otras tantas personas.

El elemento clave lo constituye la particular mirada que observa la metamorfosis, una transformación que no solo se descubre en la apariencia externa, sino en lo que habita en el interior. "Mis retratos buscan sacar el alma del personaje", explica Ávila, un comportamiento influido por el papel que manifiestan en ese momento, ya sea rememorando fiestas tradicionales (Danza de las Vegas, Danza de Chimiche, Tradiciones de Chirche,...), en representaciones de Semana Santa, con disfraz carnavalero o bien personajes aislados cuya especial indumentaria les imprime un carácter especial, diferente.

El rescate del acervo popular, las imágenes del patrimonio inmaterial, suponen además un documento valioso: "Hay tradiciones que pasan desapercibidas, se desconocen y resultan fascinantes", precisa el fotógrafo, para quien recuperar estas escenas supone contribuir de alguna manera a la pervivencia de un elemento de la cultura popular, de la idiosincrasia de los pueblos.

"Se trata de modelos naturales, personas que he ido captando en la calle, no en el interior de un estudio", explica. El proceso creativo comienza buscando la mejor posición del personaje respecto al ángulo, la que resulte más impactante, y de ahí el posterior trabajo de edición, donde interviene el espíritu del fotógrafo, incorporando "su soplo de creatividad, que plasme belleza y provoque sensaciones; divertir o conmover", porque, sobre todo, "la fotografía tiene que contar una historia", afirma.

Y Dámaso Ávila repasa las emociones de quienes se asoman a mirarse en "los otros": la impresión de Andrés, con su disfraz de piel roja; la mujer de la fotografía de la derecha, que retrató en la avenida de Anaga, "muy elegante y con una luz especial en su rostro", comenta, o la de un señor disfrazado de payaso, concejal del PP en el País Vasco, que lleva 44 años viniendo al Carnaval...