Varios días de discusión, de sacar pecho una y otra y un dudoso intercambio de favores fueron necesarios para que las aguas volvieran a su cauce. Luchar contra una roca de cemento armado llamada doña Monsi no fue nada fácil, pero Carmela tiene aguante y, al final, la presidenta acabó devolviéndole su empleo en el edificio con algunas mejoras y una larga lista de sorpresas. Desde el pasado jueves, las dos mujeres han formado un tándem que aquí guerra y en el cielo gloria; nunca mejor dicho porque Gloria del Paraíso, la que por unos días sustituyó a Carmela en los menesteres de saneamiento, higiene y desinfección de las escaleras, fue despedida de forma fulminante, aunque ya ha encontrado trabajo en el aeropuerto.

-Cuánto me alegró por ella -dijo Úrsula-. Allí estará como en su casa.

-¿Y eso? -preguntó su hermana.

-Ay, niña. ¿Tú no veías que la tal Gloria siempre andaba en las nubes? Pues ahora estará más cerca.

A Carmela no le gustó nada que estuvieran hablando de quien había ostentado su cargo por unos días y menos cuando les oyó comentar que, en tan poco tiempo, aquella mujer le había imprimido un brillo nuevo a las escaleras.

-Se me callan. Si alguna tiene queja de cómo hago mi trabajo lo tiene complicado, porque la presidenta me ha renovado por cinco años y un día. Y, por cierto, una cosita: desde hoy ya no soy "la que limpia las escaleras". Doña Monsi me ha subido el rango a directora general de Asuntos Internos del edificio.

María Victoria, que durante una temporada ha decidido cambiar los "leggins" por pantalones de chandal, porque el médico le ha dicho que tiene los muslos asfixiados, se asustó al oír aquello y pensó que lo de Asuntos Internos le daba licencia a Carmela para entrar sin permiso en su casa. Se la imaginó rebuscando en su armario, en su cocina, en sus secretos más íntimos. En su mente. En su corazón.

-¡Me niego! -gritó-. En mi casa no entras.

-Yo puedo entrar donde quiera- dijo Carmela, mostrando un pedazo de metal verdoso.

-¡Criptonita! Chicas, cierren los ojos -avisó Úrsula, temiendo que aquella cosa radiactiva les quitara la fuerza como a Superman.

-Eso es para hipnotizarnos y, luego, dominarnos -temió María Victoria.

-¿Pero qué están diciendo? Esta es la llave maestra del edificio con la que puedo entrar donde quiera.

Se armó el revuelo.

En medio de aquel nuevo lío vecinal, la Padilla llegó de la calle con Cinco Jotas y Carmela se interpuso entre ella y el animal.

-Él se queda fuera. Este no es lugar para cerdos -sentenció.

-Bromeas, ¿no? -preguntó la Padilla, que, al ver la expresión de su cara, supo que no lo hacía.

Cuando pensábamos que las cosas no podían ir peor, dos hombres entraron en el portal con una caja enorme. Carmela les indicó que la colocaran en el hueco entre los buzones y el cuarto de contadores. Aquello parecía una nave espacial y tenía más botones que el ascensor del Empire State.

-Ya pueden hacer la colada aquí -dijo Carmela, con el dedo índice apuntando hacia una lavadora descomunal.

-No gracias, confío más en mi aparato -comentó Úrsula.

-Yo también -dijo Eisi, que se había unido al grupo.

-Creo que no me entienden. Esta lavadora sustituye a las suyas. Si quieren lavar ropa solo podrán hacerlo aquí -dijo autoritaria.

-No puedes obligarnos -saltó la Padilla.

-Como directora general de Asuntos Internos, puedo hacerlo. Ya he ordenado que corten el paso del agua a las viviendas, así que no hay opción.

Aquella revelación nos sumió a todos en una discusión acalorada que solo cesó cuando vimos aparecer a la presidenta. María Victoria corrió hacia ella como si fuera la luz al final del túnel.

-Doña Monsi, detenga esto. Carmela se ha vuelto loca. Dice que usted le ha dado libertad para hacer lo que quiera.

-¿Que Carmela ha dicho eso? -preguntó doña Monsi.

Todos asentimos.

-Pues se equivoca.

Todos respiramos.

-No tiene libertad para hacer lo que quiera. Tiene una orden mía para hacerlo.

Todos nos quedamos mudos.

-Carmela, ¿ya has pensado dónde vas a colocar la ducha comunitaria? -preguntó la presidenta.

-Estoy trabajando en ello -contestó la directora general.

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