Hasta mi rincón perdido en los aledaños del Real Sitio de Aranjuez, ahí, sobre una apacible colina que domina el hermoso valle que riegan el poderoso Tajo y el que quisiera serlo, el Jarama, me llegó la noticia de que la celebrada autora tinerfeña Lourdes Soriano presentaría en la capital del Reino su última creación escrita: "Serendipias en la cocina", tras el éxito literario obtenido en su presentación en la isla, pocas fechas antes, en el exótico Puerto de la Cruz, era de esperar que su llegada a Madrid no se dilatara en el tiempo.

Si en aquella ocasión la isla le brindó una acogida espectacular con una asistencia masiva donde, abiertas las puertas, pudo comprobarse que la capacidad del amplio salón quedaba agotada al poco de darse acceso al mismo y verse rebosar los pasillos con oyentes en pie a la espera de ver y escuchar a esta siempre joven autora, dio comienzo el acto con unas precisas y elocuentes palabras del que fuera hasta hace poco tiempo magnífico presidente del Cabildo Insular, D. Ricardo Melchior Navarro. De hecho, como bien pudiera recoger un crítico taurino, el éxito de público reflejó un lleno hasta la bandera. Su llegada a Madrid con esta obra era de esperar tras el éxito alcanzado fuera de nuestras fronteras al alzarse con el Gourmand World Cookbooks Award por su obra "Cocina las letras con el principito", en junio de 2014. La autora mantiene la trayectoria que viene ejerciendo de dar a todo lo escrito un sentido cultural para la formación de la juventud.

En Madrid, sin la más mínima campaña publicitaria y en un salón propiedad del Excelentísimo Ayuntamiento se marcaba un hito con la presencia de una escritora canaria que rompía amarras y complejos y se lanzaba a poner su sello cultural canario en lo más alto. Un público selecto y numeroso -no en la medida de lo acontecido en Tenerife, lógicamente- siguió con el mayor interés tanto la exposición que hizo la autora de motivos y razones del libro como la del editor, que se aprestó a hacer su presentación. Mi presencia en el acto se debía a mi condición de prologuista de la obra, que me obligó a dirigir unas palabras para tratar de explicar la duda que desde un principio yo mantenía con su texto y que se cernía a la hora de catalogar el género en el que debe incluirse el libro en cuestión, pues esta interrogante no quedaba despejada con su lectura. Mi personal criterio lo lleva a considerarlo como un "libro de amores" escondidos y ya precisos de ver la luz, puesto que la autora, en su intimidad, ha considerado llegado el momento de hacerlos públicos. Es un libro de sinceridades y de reconocimiento de afectos. El texto nos lleva en primer lugar a exaltar la figura del marido recientemente fallecido y que fue un artista oculto a los ojos de todos, un activador real de la cultura que desarrolló con gran acierto en su cueva volcánica excavada con sudor, tesón y tiempo robado al descanso, donde pudiera ofrecer un lugar apropiado, básicamente, para tertulias culturales que lo han sido y seguirán siéndolo, así se espera, por ser deseo expreso de la autora de las "Serendipias en la cocina" respetar al límite la voluntad del difunto marido, como ha venido siendo hasta estas fechas.

Los personajes del libro, en este caso, no son los pucheros, que pasan a un segundo orden; su puesto lo cubren los hijos, los nietos, hermanos y demás familia y, por supuesto, los amigos. Para mí, sin duda alguna, lo tengo calificado como el libro del amor en todas sus dimensiones, pero tan particular que en él cabemos todos; el marido, por supuesto, el resto, también. Con el libro entramos en ese pedazo de cielo que es su casa, donde Lourdes hace de San Pedro para vigilar el acceso. No faltan recetas culinarias, pero en el libro dejan libre el puesto de protagonistas y aguardan mejor ocasión para retornar. Hoy las "estrellas deslumbrantes" son la familia, con un marido ejemplar en todo, unos hijos modelos irrepetibles, unos nietos guapos y listos, unos..., vamos, ¿no es un gozo leer y observar que existen personas que saben alzar la voz para cantar las bondades de aquellos con los que comparten este cúmulo de vivencias? ¿Acaso no se ve en la expresión del texto una declaración de amor, en primer término al marido, para ir siguiendo en el escalafón hasta los afortunados amigos? Todo el libro es un canto de amor adobado con unas recetas bravías que invitan, si estás soltero, a casarte y tener hijos y más hijos y, sobre todo, a saber seleccionar compañero, pues, creedme, como fuera Miguel Ángel deben de quedar muy pocos; y mujeres como Lourdes, ninguna. No es repetible.

Yo regresé a mi montaña del Real Sitio. Lo hice en tren e iba satisfecho del acto y de la valentía de esta intrépida canaria que se abre paso en el duro campo de la literatura. A uno le enorgullece que la voz de la hermosa isla se deje oír con acento propio lejos de sus fronteras naturales.

Deseo que mi alejamiento y obligado silencio se haga añicos con actos como el disfrutado en Madrid por el público y por mí el jueves día dos de un febrero, que nace venturoso.