Unos hablaban de fútbol, otros de videojuegos. En la mesa de la izquierda, cerca de la entrada, un grupo de estudiantes ponía de manifiesto el oscuro futuro de su profesión, abocada a convertirse en carne de estadística. Eran una especie diferente, para muchos en peligro de extinción en un sistema que les exige pero no les aporta en la misma medida: los científicos.

El escenario no podía ser más bucólico: la cafetería de la facultad de Biología de la Universidad de La Laguna. Escuchaba cómo diferenciaban a los científicos de España y de Canarias, cómo defendían con esmerada intensidad que no se compite en igualdad de condiciones con sus colegas peninsulares, tomando como pieza de la discusión la espada de la insularidad. La justificación del que parecía llevar la voz cantante fue esclarecedora: "Existen problemas con los proveedores, si un científico canario requiere algún reactivo se enfrenta a los problemas de la aduana, donde no se respeta la cadena de frío y el producto llega deteriorado; en su defecto, tardan un mes, mientras en la Península lo tienen a su disposición en dos días y sin sobrecostes".

Por su parte, la más joven del grupo ponía énfasis en una cuestión ciertamente significativa: que la sociedad "pasa de la ciencia". De forma prudente, e intentando disimular para que no se dieran cuenta de que centraban mi atención en ellos, escuché una argumentación demoledora: "No se invierte en el trabajo, y los políticos no dedican esfuerzos económicos porque la ciencia retribuye a largo plazo, es a fondo perdido dado que invertir en un gremio tan abstracto supone no valorar resultados en poco tiempo; no veremos a nadie manifestarse en las Islas pidiendo más apoyo a la ciencia".

Tenía razón, más si cabe, cuando el Gobierno de Canarias invierte en investigación, desarrollo e innovación (I+D+I) apenas el 0,17% del PIB. Solo tenemos que ver los presupuestos y leer en la prensa. Incluso, se ha producido una disminución con respecto al año 2016 del 21%, ya que se dispone de 18,5 millones de euros menos.

La última cuestión que me dio tiempo a medir fue la económica: "Nuestros sueldos no son dignos porque en la Universidad son muy bajos para lo que generamos, tanto que casi nos movemos agachados". El gran problema de la ciencia española no es su calidad, es la falta de recursos. No lo digo yo, lo dicen los expertos y las estadísticas. La ciencia española es productiva y mejora la vida de la gente, crea empleo y, como explican los investigadores, se convierte en la mejor herramienta que tenemos para acabar "con el viejo paradigma del crecimiento y el consumo y cambiarlo por uno en el que los objetivos sean calidad de vida y sostenibilidad" (idea de la iniciativa Líneas Rojas).

Salí de la cafetería, no sabía si quería saber qué se contaban los futuros abogados, historiadores o filósofos.

@LuisfeblesC