Benicio del Toro ha sido ladrón aficionado al juego ("Snatch"), criminal de acento incomprensible ("Sospechosos habituales"), implacable agente de la ley ("Traffic") un camaleón que supo fajarse de los estereotipos latinos y que llega a los 50 años en la mejor etapa de su carrera.

El puertorriqueño estrenará a finales de año "Star Wars: Episodio VIII - Los últimos Jedi" -los detalles sobre su papel se guardan celosamente bajo llave-, y "Soldado", continuación de "Sicario", la cinta de Denis Villeneuve nominada a tres Óscar.

Antes, en marzo, será el turno para "Song to Song", lo nuevo de Terrence Malick, y también tiene previsto adentrarse en "The Trap", junto a Al Pacino, todo ello mientras rueda la reunión definitiva de superhéroes de Marvel que es "Vengadores: La guerra del infinito - 1 parte", de estreno en 2018.

Esa acumulación de proyectos es algo inusual en su carrera, aunque del Toro ya hablaba sobre la necesidad de los intérpretes de encadenar un proyecto tras otro en una entrevista en septiembre de 2015.

"Si hay posibilidad de trabajar de nuevo, ya sabes cómo somos los actores: tenemos que aplicarnos. Saber que voy a volver a ponerme delante de una cámara está bien porque el actor vive del día a día", declaró Del Toro que mañana cumple 50 años este domingo.

Esa mayor actividad, no obstante, ha coincidido con el nacimiento de Delilah Genoveva, de cinco años, fruto de una efímera relación con Kimberly Stewart, hija del cantante Rod Stewart.

Ese es uno de los escasos detalles conocidos de la vida personal de Benicio Monserrate Rafael Del Toro Sánchez, un artista de ojos somnolientos, voz rasposa y feroz explosividad que prefiere hablar a través de sus personajes.

Sus inicios fueron en la televisión, gracias a papeles en "Miami Vice" y "Camarena (La guerra de las drogas " que le llevaron con 21 años a su primer gran reto, el del enemigo de James Bond en "Licencia para matar", uno de los filmes más flojos de la franquicia.

Aquello no frenó a del Toro, que encadenó personajes interesantes en "El factor sorpresa", "Sospechosos habituales", "El funeral", "Basquiat" y "Fánatico", mano a mano con Robert De Niro, que le abrieron la puerta a su primer papel protagonista en Hollywood: "Exceso de equipaje", con Alicia Silverstone.

Después siguieron la alucinógena "Miedo y asco en Las Vegas" (1998), junto a Johnny Depp, así como "Secuestro infernal" (2000), dirigida por el guionista de "Sospechosos habituales", su amigo Christopher McQuarrie.

Carisma, misterio y magnetismo siempre fueron de la mano en el volcánico del Toro, que sublimó todos esos elementos en el policía Javier Rodríguez, papel que le deparó el Óscar por "Traffic". Esa misma fórmula funcionó de maravilla en títulos posteriores como "21 gramos", "Che" o "Sin City: Ciudad del pecado".

Nada mal para alguien que, en su juventud, tuvo que ocultar las clases de interpretación a las que acudía, ya que su padre prefería que estudiara Ciencias Empresariales.

Su madre, Fausta Genoveva, tras ser una enferma crónica durante mucho tiempo, murió a causa de una hepatitis cuando del Toro apenas tenía nueve años.

"Las interpretaciones que debía hacer para conseguir que se riera fueron mis primeros intentos de actuación", aseguraba del Toro, que se mudó con su padre a Pensilvania (EEUU) a los doce años.

Siguiendo el consejo de su progenitor, se matriculó en Empresariales por la Universidad de California en San Diego, pero el éxito que tuvo en un curso de arte dramático le hizo cambiar de parecer.

La decisión estaba tomada: abandonó los estudios y se matriculó en una escuela de Los Ángeles dirigida por la especialista Stella Adler.

Allí nacía uno de los mayores talentos latinos que ha dado Hollywood, al que le queda cuerda para rato.