Podemos tiene una empanada mental con el amor. Unas veces están a besos y otras a hostias. No se sabe. Y la temperatura sube. No hay más que ver a Pablo Iglesias retándose con un diputado del PP con cara de poco amigos. O escuchar a los ultras podemitas gritarle a un periodista cuando hace una pregunta inconveniente a alguno de sus líderes. Están en ebullición. ¿Pero qué pasó con el amor?

Esta pasada semana, el mismo día, a distintos usos horarios, Podemos en Baleares y un tribunal de justicia en Pakistán tomaban medidas contra el Día de San Valentín. Podemos porque lo consideran un elogio del machismo, la dominación y las relaciones tóxicas. Los islamitas porque entienden que se fomenta la inmoralidad y la indecencia. Véase pues que la estupidez no sabe de geografías ni de ideologías y que las infecciones de memez aguda hacen estragos en cualquier parte del planeta.

El día de San Valentín es, por supuesto, una chorrada consumista hecha a mayor gloria de las floristerías que venden rosas a cuatro euros el tallo. Pero no es ni más ni menos que el día de la madre o del padre o del árbol o de cualquiera de los muchos días que la moda ha terminado colocando en el calendario. Son fechas "tematizadas" que intentan motivarnos para obsequiar o ser obsequiados. Para comprar, pagar impuestos, crear puestos de trabajo y hacer que el chiringuito funcione.

Es verdad que Cupido lleva arco y flechas, pero no es un guerrero apache sino un angelito regordete con cara de tortolín. Relacionarlo con el machismo es un esperpento. Los argumentos que se manejan por los responsables de Podemos son tan vagos que estremecen. Sostienen que el amor romántico es una utopía peligrosa. Que pensar en el amor como algo por lo que todo merece la pena, lleva a los hombres a matar y a las mujeres al cementerio. La sutileza no parece haber aterrizado, a causa de la niebla mental, en Podemos de Baleares. Se mata por odio, no por amor: es más frecuente vivir gracias a él.

Pero es que se hacen la picha un lío. Lo demostró en su día Echenique que primero prometió mucho amor a la militancia y luego acabó segando las malas hierbas. Hubo otro conato de amor que trepó hasta la tribuna del Parlamento para serpentear por el atril y llegar a Pablo Iglesias que hacía ojitos de investidura con Pedro Sánchez. "El amor se abre paso. Pedro -dijo Pablo- sólo quedamos tú y yo". Tanto amor hacía estremecer. Hasta que Pablo le pi-dió a Pedro el control de la tele pública, los espías, la pasma y los jueces. Entonces el amor se desvaneció, igual que Sánchez, en la calle Ferraz. Otra frustración.

No es la única. Pablo Iglesias había dejado a Tania Sánchez tal vez porque -como dicen en Podemos de Baleares- fuera un amor políticamente tóxico. Nadie podía saber en ese entonces que también se rompería el amor con Iñigo Errejón. Y como Pablo es un líder modesto y ahorrador, ha aprovechado a Irene Montero para rellenar los dos vacíos. Un clavo saca dos clavos.

Errejón es un manipulador excepcional que quiere gobernar convenciendo a la gente de que Podemos no es lo que es. Iglesias es un pragmático que necesitaba compensar el batacazo electoral de las generales con el millón de votos prestados de IU, aunque tuviera que enseñar las orejas comunistas. Lo urgente es más relevante que lo importante. Y se encamó con IU.

Errejón se cabreó y empezaron las broncas. Amar es mirar en la misma dirección, dijo una tarde uno de los dos. Fue un presagio. Habían dejado de mirar al mismo sitio y ya sólo se miraban a sí mismos en el espejo de sus sueños.

Después de Vistalegre 2 ya nada volverá a ser lo mismo. Podemos se ha vuelto mayor de edad y es un partido que Echenique gobernará con mano de hierro. Los nuevos amores han crecido sobre las heridas de los viejos. Demasiado rencor.

Con tantas rupturas es normal que Podemos le haya cogido tirria a San Valentín. Nada causa tanto daño en el alma como un amor que se pierde cual lágrima en la lluvia, naves en llamas y puertas de Tanhauser. Después de la tormenta del congreso llega la purga. Los disidentes serán reeducados en el ostracismo. Son las reglas de un neocomunismo que despierta pasiones: amor incondicional o rechazo furibundo. Esta gente tiene futuro y han vuelto a cargar las pilas. Pero es tan corto el amor y tan largo el olvido...