La esquizofrenia política no tiene cura. Pero pasa desapercibida en una sociedad que ya tiene amortizada la memoria y el sentido común. El Partido Popular en Canarias le ha dicho a Coalición que si quiere que sus relaciones amorosas lleguen a algún sitio tiene que bajar el Impuesto General Indirecto Canario (IGIC) con el que hoy se recaudan más de 1.500 millones al año.

El IGIC, aunque el Gobierno se lleva una buena tajada, ha sido históricamente destinado a las corporaciones locales canarias -cabildos y ayuntamientos- como un plus de financiación por el hecho de que vivamos donde el diablo perdió los cuernos. Es lo que queda del acervo fiscal propio de las islas y de los impuestos cedidos tiempo ha por los gobiernos peninsulares.

Que se pida una bajada de impuestos es música celestial. El dinero en el bolsillo de la gente está mejor que en el saco sin fondo de las administraciones. Pero lo que no se puede estar es en misa y repicando. No se pueden denunciar las listas de espera de la Sanidad, la falta de docentes o la necesidad de invertir en gasto social y pedir, al mismo tiempo, que se bajen los impuestos. Porque es como pedir que el coche vaya más lejos y al mismo tiempo que se le ponga menos gasolina.

La contradicción viene dada por el hecho de que el PP no parece dispuesto a bajar los impuestos estatales que también pagamos en Canarias. Y no lo va a hacer por las mismas razones que tampoco se hará en las islas: porque la hacienda pública necesita recaudar a mansalva. Porque España tiene que cumplir los objetivos de déficit ante Europa y los recortes de gasto no son suficientes y hay que aumentar los ingresos.

Cuando entramos en la crisis las grandes reformas cayeron sobre el lomo de los ciudadanos, de los autónomos y las pymes. Nos exprimieron como un limón y lo siguen haciendo. El impuesto de sociedades (sobre beneficios) que en 2007 superó los 44.000 millones se ha desplomado hasta los 13.000 millones del año pasado. Y el Gobierno sigue gastando más de lo que ingresa a pesar de todos los recortes hechos hasta ahora.

El presidente Clavijo ha contestado que bajarán el IGIC cuando Madrid baje el IVA. O sea, cuando las ranas críen pelo. Pedir que se bajen los impuestos sólo en Canarias es un postureo que persigue el aplauso de una sociedad esquilmada y lo suficientemente ignorante como para no preguntarse cómo los que piden aquí una cosa hacen allá la contraria. Podrían pedir que se reformara de cuajo la elefantiásica administración autonómica o que se eliminara la demencial duplicidad al servicio de los recelos del pleito capitalino. Pero el PP tampoco le ha metido el diente a ese hueso. La función pública ha regresado antes que nadie a las cifras de gasto de antes de la crisis. Los últimos en entrar y los primeros en salir. En ese charco no se mete ni dios.