Las calles de Santa Cruz esperan más de ciento cincuenta mil turistas estos carnavales. Me lo contó en la radio el alcalde Bermúdez y me dejó "ojiplático". ¡Ay madre santísima! Y ahora súmele usted a los chicharreros que se vengan arriba estos días. Me imagino ya esos ríos de gente disfrazada de Donald Trump, que es lo mismo que de Luis Aguilé pero en rubio; del negro del WhatsApp badajo en mano; de curas saltándose el celibato o de mujeres poseídas por la lujuria más desatada, pero que en realidad son hombres. Cualquier fantasía es útil para dejar la vida aparcada durante unas horas.

Hoy, en la cabalgata, el carnaval asalta las calles. Tras una gala de las mejores en los últimos años, aunque sin los mimbres necesarios para hacerla de nuevo de primera división, su director, Enrique Camacho, demostró que puede estar a la altura. El resto de la ambición la debe poner un ayuntamiento, demasiado conformista, que no asume el riesgo de ejecutar un espectáculo de primer orden que brille de nuevo.

Cansados de que la "puretada" se sienta cada vez más al margen, algunos empresarios buscan este año dar acomodo a los carnavaleros de antaño, articulando recintos cerrados en la plaza de San Francisco. También se intenta volver a la salsa y recuperar con ella el callejón del Corynto, también conocido como callejón de "Los Rabinos". Toda emoción y fuerza es poca para, muchas veces, rememorar aquellos tiempos en los que fuimos tan felices.

@JC_Alberto