Cuando un periodista escribe "sangre", puede estar hablando de política, de congresos del PP, de expulsiones en el PSOE, de reprobaciones parlamentarias, de noticias sobre mafias o de crímenes de distinta índole y pelaje. Hoy no va de eso.

La Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública de Canarias pidió el miércoles que la sanidad pública deje de pasar sangre a los hospitales privados que la necesiten. La teoría es que habiéndose producido una muy considerable disminución de las reservas para transfusiones, "es necesario que quede garantizado de modo absolutamente prioritario el funcionamiento del servicio público en detrimento del privado". ¿En detrimento del privado?

Yo no tengo muy claro quien redacta los comunicados de esa asociación, pero lo que sí sé es que los enfermos son enfermos en todos lados. Y las clínicas privadas no son las que más contribuyen a que la sangre sea -también- un negocio. De hecho, cuando alguien tiene que operarse de forma planificada en un centro privado o público, lo normal es que él mismo o sus familiares o conocidos aporten la sangre necesaria para la operación. Pero hay casos en que eso no es posible, por tratarse de grupos de sangre minoritarios, o por situaciones de urgencia, o porque el paciente no está en condiciones de donar su propia sangre en los meses previos a la operación. En esos casos, me parece razonable que los centros privados acudan a los bancos de sangre públicos, donde se conserva la sangre que es extraída en los centros de transfusión con carácter gratuito. ¿Quiere eso decir que no se hace negocio con la sangre donada gratuitamente? Sí se hace, pero no precisamente por las clínicas privadas, y además es inevitable y necesario hacerlo... Pero hay que explicar por qué: y es que en las extracciones se consigue mucho plasma, pero pocas plaquetas. Ocurre que para cada unidad terapéutica (una bolsa de sangre "usable") se necesitan cuatro donantes: de cada donante individual se extrae una unidad de glóbulos rojos, otra de plasma (algo menos de 300 centímetros cúbicos) y una muy pequeña cantidad de plaquetas. Como de las extracciones se obtiene más plasma del necesario, el sobrante se vende a la industria, concretamente a la farmacéutica Grifols, que tiene el monopolio de los hemoderivados en España, y lo transforma en una suerte de "plasma terapéutico", realizado a base de proteína concentrada que vuelve luego a los hospitales. ¿Sería mejor tirarlo o regalarlo? ¿O crear un laboratorio estatal para producir plasma?

El dinero que se mueve en la sangre no está en la venta, sino en la compra. Porque resulta que en este país -donde donamos mucho menos de lo que nos hace falta-, importamos sangre de países donde la gente la vende. Típica hipocresía nacional: pasa también con la electricidad de origen nuclear, que nos oponemos a producir más aquí, pero le compramos a Francia la que produce en sus centrales. Y en materia de sangre, lo mismo: la compramos en EEUU, donde se paga por ella a los donantes.

La solución a la escasez de sangre no es dejar sin plasma a los enfermos que acuden a la privada o a la concertada. Eso es un disparate. La solución es donar más. No cuesta nada: un pinchazo, diez minutos. Menos buscar culpables de todo y más asumir cada uno su responsabilidad con los demás.

Hace falta sangre del grupo cero. Acudamos a donar.