Todos cumplimos nuestra etapa en la vida y Pepe, el querido amigo, se nos fue. Desde nuestra isla, dejó en el palpito de su existencia recuerdos y encuentros que llenaron de satisfacción a él y a aquellos que compartimos en muchos momentos su amistad.

No fue así toda nuestra vida. Yo me fui a Salamanca a estudiar medicina y tú a Las Palmas, donde te llevó el amor de tu mujer, Caty.

Pero muchos veranos enlazamos vivencias, no solo en Valverde, sino en el Tamaduste, desplegando una manera de divertirnos donde los encuentros con la juventud de la época eran en la terraza de la familia Padrón; en las escalinatas que nos conducían al trampolín del río, o en las tardes jugando al julepe o a las siete y media en casa de Mateo y Delfina, sobre el sonido de las olas del bañadero de las mujeres; o cuando caía la noche y a la luz de mortecinas linternas brincábamos portillos que nos conducían a la fiesta de La Caleta que mi tío Amadeo por el día del Carmen había organizado. Bebíamos aquella cerveza que se refrescaba en bidones de agua y que seguía caliente, y las noches que pasábamos en casa de Inocencio después del baile en la plaza, acompañado de las guitarras de los hermanos Abreu y del clarinete de Guzmán, hasta el día siguiente, donde el mar abierto nos esperaba para el baño y una comida de morenas fritas que habían pescado a liña mi primo Amadeo y Pancho Navarro.

Nos encontramos después de algún tiempo en nuestro Tamaduste, en el bar de Pujol y en la orilla del Cantil, donde recordamos viejos caminos de la juventud y anécdotas que nos entusiasmaron y dispusieron ante la vida con una vitalidad definida.

En el muro de la "punta de la carretera", frente al Armiche, o en el bar del cine Álamo, que regentaba Andrés, pasaban de un lado a otro las conversaciones sobre las novias y los ratos de baraja y de dominó, o las discusiones del fútbol, ya que unos éramos del Armiche y otros del Valverde o del Estrella.

Los domingos por la noche, como los bailes del casino terminaban temprano, hablábamos con Pedro Ávila y en su coche íbamos hechos una piña y hasta en los guardafangos, camino del baile del Mocanal donde alguien siempre nos esperaba.

Pepe se nos fue como se nos han ido amigos entrañables que nos llegan a la memoria y es la tristeza la que viene con ellos, pero hoy esta se hace más sentida y cercana al saber que te has ido y que cuando vuelva el verano a El Hierro notaré tu ausencia, y tu buen humor, siempre dispuesto a la broma y a la risa.