Si lo del drag Sethlas fue una salida de pata de banco, lo del obispo de Las Palmas ha disparado todas las alarmas. Muy desafortunadamente, Francisco Cases ha asegurado en una carta parroquial que el día de la Gala Drag fue "el más triste" de su paso por esta Diócesis; incluso, más triste que la jornada de la tragedia aérea de Spanair donde fallecieron 153 personas. Y claro, ha ardido Troya. Declaraciones en caliente como las de este obispo son las que consiguen espantar cada día a más personas del entorno de la Iglesia. Y no a los católicos, que también, sino al resto. La pasada de rosca de la Gala Drag parecía un mensaje captado ya por todos, y la batalla del respeto parecía ganada, eso sí, hasta que nos dimos cuenta de la vara de medir manifestada por el reverendísimo.

Supongo que fue el fragor de la batalla y no su inconsciente el que lo traicionó. Hoy en España es noticia la guagua roja que los transgénero han denunciado porque lleva rotulado un mensaje que los desprecia: "los niños tienen pene y las niñas tienen vulva". Y aquí lo que impera es la cordura. Parece que a algunos no se les puede ni toser, pero cuando les toca toser a ellos esa tos no tiene límite. La Gala Drag no otorga, ni de lejos, el respeto que pide. Y si bien el obispo Cases expuso una siniestra vara de medir, estos drags también. En una ocasión escribí que el respeto es el templo, que el respeto lo es todo, y hoy me reafirmo. Máxime en un mundo cada vez más diverso donde, o coexistimos, o nos vamos todos al carajo.

@JC_Alberto