Resulta prácticamente imposible, por cuestión generacional, que alguno de los 270 escolares tinerfeños conociera en vida a Rafael, Rafa, para los amigos que tuvimos el honor de conocerlo desde nuestra más tierna infancia. Es muy probable que ante ese inesperado homenaje, nuestro interlocutor lo esté celebrando junto con su inseparable Isaac de Vega, o se le hubiera ocurrido alguna de sus habituales bromas, que surgían espontáneamente ante cualquier situación, fuera de la índole que fuese.

Hijo de un reputado médico, desde pequeño solía acompañar a su padre en las visitas a sus pacientes, y fue de ahí donde partió su rechazo visceral a aferrarse a un volante y conducir un coche. Y esta ruptura se originó por un exceso de confianza paterna, unido a la natural curiosidad infantil de manipular los artilugios del vehículo cuando este estaba estacionado. Como consecuencia de ello, nuestro aprendiz de conductor se vio de forma repentina empuñando el volante, al que le había soltado el freno y el cambio de marchas, por la pendiente abajo hasta que una huerta salvadora le sirvió de parapeto para detener su marcha. Este suceso, creo recordar por lo que me contaba, le había ocurrido en el término municipal de Tacoronte, y desde entonces sólo lo vi viajando en coche como pasajero, nunca como conductor.

Curiosamente fue vecino cercano a mi domicilio paterno, en la calle de Porlier, en una casa terrera situada en la acera opuesta, dotada de un patio central para iluminar las estancias internas, donde solía haber un caballete con un lienzo a medio pintar, en un estilo que para mi mente infantil me resultaba incomprensible. Comprometido junto con otros compañeros en la creación del museo arqueológico, cuya sede inicial fue en el Cabildo, su casa era un auténtico almacén de curiosidades, que iban desde colecciones completas de mariposas y escarabajos, ya que era un afamado naturalista y entomólogo, hasta todo un muestrario de peces disecados, de los que siempre me llamaba la atención un ejemplar de pez globo. Tampoco se podía obviar su variado surtido de cráneos aborígenes y huesos de toda la anatomía guanche, guardados celosamente bajo llave en cajas de cartón; de igual modo conservaba toda una colección de cerámicas prehispánicas. Todo un conjunto de objetos dispares que luego de tenerlos en depósito, fueron cedidos como he dicho para ser colocados en vitrinas al público visitante del futuro museo. Incluso creo recordar que una de sus hijas llegó a ejercer un puesto de responsabilidad en el mismo, con la que él bromeaba respecto a la moda de las faldas bajas de la etapa hippie de los setenta, expresando que dicha tendencia era más eficaz que una escoba, por ser más idónea para la recogida de toda clase de basuras esparcidas por el suelo. "Con una falda tan baja, decía, no hay chicle que se le resista, se le pegan todos".

En su etapa lanzaroteña comenzó por prestar su servicio en una caseta repetidora de telégrafos, situada en lo alto de Femés, adonde acudía una vez a la semana un joven con un camello a suministrarle dos damajuanas de vino y una caja con higos pasados; para cualquier otro alimento que necesitase tenía que bajar al pueblo para conseguirlo con su escaso peculio. De esas etapas extrajo la ocurrencia de que cuando en las puestas de sol de la Bocaina miraba hacia el horizonte, el islote de Lobos se le asemejaba a una suculenta chuleta recién asada, en medio del mar, esperando a que él le hincara el diente. De ahí nacieron sus primeros poemarios y su famosa Mararía, basada en un personaje, María la de Femés, que llegó a conocer ya muy longeva. Podría estar contando numerosos sucedidos y ocurrencias salidas de su fértil imaginación, pero me he comido el espacio y me vería obligado a escribir una segunda parte; ya en su etapa profesional como practicante de la Sección de Trabajos Portuarios, y de su última vecindad en Bajamar a tiro de piedra de mi domicilio: "Las islas son sólo parches de los vaqueros del mar". ¿Verdad que es una metáfora bonita? Algún día, querido Rafael, volveré a reunirme contigo para escuchar alelado tus improvisados, jocosos y poéticos relatos.

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