No es la primera vez que participa en el Festival Atlántico de Género Negro, pero en esta edición se estrena como finalista con "Maldita verdad", una novela que desprende una gran carga psicológica y que cierra la trilogía de la culpa. "He disfrutado mucho hablando de ella", asegura la autora barcelonesa Empar Fernández después de experimentar con ella en "La mujer que no bajó del avión" y "La última llamada". "La culpa es un tema que me sigue interesando", cuenta una narradora que también está entre los finalistas del Premio Novelpol 2017 que se fallará el 17 de marzo en El Ámbito Cultural de El Corte Inglés de la capital tinerfeña.

¿Se ha quedado a gusto tras liberarse de todos esos sentimientos de culpa?

En mi próxima novela habló más de la venganza que de la culpa... Pero ese es un tema que, sinceramente, da mucho juego porque el sentimiento de culpa es algo que está muy presente en nuestro día a día.

¿En "Maldita verdad" esa dosis de culpabilidad está magistralmente repartida entre Olga, su hijo Daniel e incluso con el inexperto Raúl Forcano?

Aquí nadie sale indemne (ríe)... Hay que tener en cuenta que nos han educado para sentir culpa por todo. Incluso, por aquello de lo que no somos responsables. La culpa lo acaba contaminando todo. En esta novela se reúnen un cúmulo de situaciones que conducen al lector a un instante fatal. Nadie tiene verdadera culpa, pero en cambio es algo que la sienten todos. Eso es algo que ocurre con mucha frecuencia.

¿Hasta qué punto está influenciada la narrativa que hace por su profesión de psicóloga?

Yo me hago psicóloga porque me interesan las emociones y su gestación. Está claro que haberme formado en esa materia me proporciona más recursos a la hora de escribir. Además, me interesan mucho más los conflictos de la mente que un crimen cometido por la mafia organizada. Los mecanismos psicológicos que llevan a una persona a tener un sentido de culpabilidad, un rencor que te devora o un resentimiento son unas de mis prioridades a la hora de organizar la trama de una de mis novelas. Lo otro ya está muy visto en la novela negra.

¿Es curioso que entre los siete finalistas de TFN 2017 haya dos psicólogos?

Eso podría tener una explicación... Imagino que tanto a mí como a José Ramón ("El ataque Marshall") nos va el lado más oscuro que tiene la psicología.

En sus novelas no hay grandes operativos policiales, ni expertos investigadores. ¿En "Maldita Verdad", por ejemplo, lo confía a un novato?

Hace unos años empecé a escribir con la ayuda de un investigador y, sinceramente, acabé un poco cansada de él, del protocolo, del estricto procedimiento que se abre en cada expediente... A partir de ese instante me propuse crear sin tener que tirar de un profesional. De aquí salieron las tres novelas de la culpa y, la verdad, es que no me ha ido nada mal. Al género negro le conviene muchísimo ampliar sus horizontes.

¿Hay riesgo de saturar a los lectores por usar una y otra vez la misma receta?

Mi opinión es que hay que romper esos cánones porque al final parece que siempre lees más de lo mismo. El género negro debe respirar. Lo de las etiquetas no me disgusta, pero más importante es contar con una mirada propia; una mirada que te traslada a los bajos fondos de la ciudad o al interior del alma. La novela negra debe ser un saco muy amplio porque si no la acabaremos matando.

¿No es muy arriesgado dar tanto protagonismo a un personaje como Raúl?

Es un investigador que desea ser un profesional de la investigación pero todavía no lo es... En las tres novelas de la culpa la crisis está presente y, por lo tanto, en esta Forcano le va a hacer un precio más barato porque aún no es un experto... Se puede escribir novela negra con un investigador "low cost". Es un chico bien dotado para la observación, reflexivo, aunque no tiene los medios de los que dispone la Policía.

¿Y también es un poco obsesivo?

También (sonríe). Es un obsesivo compulsivo, un auténtico neurótico. ¿Pero quién no tiene algún problema?

¿Va a tirar de Forcano en otras investigaciones?

Tengo una nueva novela sin publicar en la que aparece... Me gusta su juventud y, sobre todo, la mirada limpia del que aún no es un profesional de la investigación.

Una muerte inesperada, la invisibilidad que existe en las redes sociales y un joven que sin ser investigador debe resolver un enmarañado caso que pondría en jaque a un amplio equipo de policía judicial. Esas son algunas de las pinceladas que Empar Fernández da en "Maldita verdad" (Versátil). OIga Bernabé se sumerge en un mundo de soledades y culpas compartidas. Está separada y un día descubre el cuerpo sin vida de su hijo adolescente (Daniel). Un grupo de investigadores profesionales archiva el caso como si se tratara de un suicidio, pero aunque económicamente no se lo puede permitir acaba contratando a Raúl Forcano para que averigüe lo que ha sucedido.