Marina La Palma se inauguró en 2010 como un espacio con aspiraciones glamurosas: una zona de ocio de 2.500 metros cuadrados para comer o tomar una copa junto al mar, con la oportunidad incluso de realizar algunas compras en sus 19 espacios comerciales. Apenas siete años después, la sensación al pasear por sus dos plantas es sencillamente desoladora: casi todos los locales cerrados, las antañas actuaciones musicales han caído en el olvido y no despierta el mínimo interés entre los ciudadanos.

Su apertura generó expectación, incluso entre los empresarios. Marcas como Natura o el conocido diseñador de moda Custo Barcelona abrieron sus tiendas. Spar apostó puso un minimarket, también hubo un negocio de náutica (El Chopo) y otros de restauración atrayentes como el Adán Chill Out. Primero unos y luego otros, todos fueron cayendo. Apenas se mantiene en pie una cervecería y una tienda de complementos.

Pero, ¿que ha pasado para que casi todos tiraran la toalla? Esta redacción se ha puesto en contacto con algunos de los empresarios que de una u otra manera estuvieron vinculados a la Marina y todos, sin excepción, coinciden en una cosa: el elevado precio del alquiler de los locales: "Era más barato un local en plena calle Real que en la Marina; llegaron a pedir más de 3.000 euros al mes". Otros también apuntan "a la pésima gestión de las personas que están al frente a la instalación. Nos engañaron y pusieron normas absurdas que nos hacían la vida imposible". Y todo, encima, en plena crisis.

Pero la decadencia de esta apuesta no ha sido solo en tierra. La Marina cuenta con un puerto deportivo de 18.000 metros cuadrados de espejo de agua y 180 amarres. "¡El barco en el amarre se mueve casi igual que en altamar!", señala un experto marinero, que sostiene que "la bocana de acceso está al lado contrario de donde tenía que estar", lo que provoca la agitación de las aguas dentro de la marina. No pocas embarcaciones acaban huyendo de esta instalación "porque sus ocupantes no pueden descansar de lo que llega a moverse el barco".

La situación es tal que la Autoridad Portuaria aprobó recientemente la instalación de compuertas móviles para el cierre hermético de la bocana, que además será reducida en ocho metros. Quizás sea la última oportunidad para recuperar lo que ahora se ha convertido en un "mamotreto" dentro del puerto.