La afirmación de que la vid es un cultivo que no tiene sustituto está siendo muy discutida en los últimos tiempos, sobre todo a raíz de la puesta en marcha de la política de arranque de viñedos, considerada por los expertos en políticas agrícolas como una medida eficaz para combatir los excedentes de vino que tenemos en Europa y especialmente en España.

Sin embargo, no se puede hablar de viticultura en Canarias como si de un cultivo normal se tratara, analizando y valorando solamente aspectos de rentabilidad económica, porque desde el punto de vista ecológico su valor es muy alto.

Es el caso de una de las comarcas vitivinícolas más arraigadas del Archipiélago, Tacoronte-Acentejo. Situada en la vertiente Norte de la isla de Tenerife, tiene una extensión longitudinal de 23 kilómetros y un área cultivada de 1015 hectáreas de viñedos, siendo la zona más densamente cultivada de Canarias.

1.915 socios-viticultores son los que trabajan la tierra en esta comarca, distribuidos en 7.385 parcelas. Cuarenta bodegas repartidas por los municipios de Santa Cruz de Tenerife, San Cristóbal de La Laguna, El Rosario, Tegueste, Tacoronte, El Sauzal, La Matanza de Acentejo, La Victoria de Acentejo y Santa Úrsula conforman la comarca vitivinícola por excelencia.

Los viñedos están situados entre los 100 y los 1.000 metros de altitud sobre el nivel del mar y aprovechan bien el sol y el suelo volcánico sobre el que se desarrollan. Las plantaciones se encuentran en bancales, en pronunciadas pendientes orientadas al norte y de cara al mar. Los suelos son de color rojizo, ricos en materia orgánica, con escasa proporción de cal y abundante nitrógeno, fósforo y potasio. Sol, brisa y tierra volcánica junto al mar, en un clima diverso, benigno y estable, son los ingredientes naturales y únicos que conjugan la sorprendente personalidad de estos vinos.

En 2017 se cumplen veinticinco años de la constitución de la Denominación de Origen Tacoronte-Acentejo; la pionera en el Archipiélago canario. Tuvo su germen en las Jornadas Vitivinícolas de la Alhóndiga de Tacoronte en la década de los ochenta del pasado siglo, cuando un grupo de viticultores y bodegueros de la zona solicitó a las autoridades del momento que lucharan frente al fraude continuo al que se enfrentaban sus vinos, debido principalmente a la introducción de vino foráneo que se vendía en la zona como propio del país y a bajos precios.

El impulso inicial, surgido como una demanda del propio sector, contó desde el primer momento con el apoyo incondicional de la Consejería de Agricultura del Gobierno de Canarias, el Cabildo Insular de Tenerife y el Ayuntamiento de Tacoronte. Paulatinamente se fueron superando los distintos exámenes para pasar de la "Denominación Específica" provisional a la "Denominación de Origen" definitiva, avalada en aquel entonces por el Ministerio de Agricultura del Ejecutivo español. Un recorrido realizado entre 1986 y 1992.

Estos veinticinco años han reflejado una brillante trayectoria para los vinos de esta comarca, pues tras pasar por varias etapas de mejoras continuas han sabido posicionarse en los diferentes mercados, llegando a ser orgullo del propio sector. Un recorrido que va aunando esfuerzos productivos, culturales, paisajísticos y medioambientales, y en el que han sido protagonistas principales las distintas generaciones de viticultores y bodegueros de la comarca, elaborando unos vinos que hoy en día suponen un símbolo de identidad para el pueblo y una perfecta defensa para el paisaje.