La inteligencia humana, la natural, es la capacidad que tiene el ser humano para razonar desde conceptos meramente fáciles hasta ir más allá, con un poder ilimitado para desarrollar un pensamiento abstracto, y llegar, paradójicamente, a hacerse el harakiri, convertirse en un reducto o un recuerdo, puesto que está fabricando inteligencia artificial con un ámbito exitoso que compromete el futuro del pensamiento como lo tenemos asimilado actualmente.

La inteligencia artificial estará presente en todos los campos: desde las ciencias, tecnología, hasta el ámbito laboral y familiar. La máquina que nos espera, la robotización, hará todo aquello que nos dificulta y ocasiona pérdidas de tiempo en lograr las soluciones a problemas que se establezcan. Y como analiza el filosofo sueco Nick Bostron, la máquina será capaz de desarrollar habilidades de programación y manipulación social, llegando a predecir que entre 2075 y 2090 haya máquinas tan inteligentes como los humanos, y que en esa "explosión de inteligencia" se comprobará cómo será capaz de aprender por sí sola.

Los autores que están inmersos en el avance de la inteligencia artificial no dejan de estar preocupados por los posibles fallos que puede acarrear esta tecnología que desarrolle objetivos propios, incontrolables, por lo que derivarían en ocasionar catástrofes como una pandemia o una guerra nuclear.

Se piensa que se vivirá una época de transición hasta que llegue ese nirvana no tan encantador, donde los que sigan sobre la faz del planeta sufrirán una serie de imprevistos jamás imaginados.

Comentan los sabios que se manejan en este mundo de la inteligencia artificial que la gente pensará que la vida va a seguir igual, que sacaremos un máximo rendimiento a lo que nos espera sin perder nuestra condición humana de seres inteligentes y que todavía pensamos más allá de la máquina.

Y no se cansan de decir que seguiremos despertándonos con el despertador, que iremos al trabajo, que pasaremos el resto del día frente a una pantalla que dirigiremos y que llegaremos a casa y veremos la tele como siempre.

Pero "las cosas van a cambiar más de lo que la gente espera". Pero sí que deseamos que los presagiadores se equivoquen y que el avance tecnológico vaya más despacio para que, al menos, al ser humano le dé tiempo de rearmarse ante una máquina que pudiera convertirse en su peor enemigo fabricado por el hombre, por la inteligencia natural que en un alarde de torpeza ha allanado el camino de su propia destrucción.

Si fuera así, estaríamos ante el mayor timo que haya fabricado el hombre, aunque si bien es verdad que el hombre es un lobo para otro hombre, en este nuevo espacio el hombre ha sido no un lobo para otro, sino para sí mismo, autodestruyéndose, lo que en principio no deja de ser lamentable.