Cumplir años es gratificante. Acabo de entrar en los ochenta y uno y tengo la sensación de que la vida se ha ido con mucha rapidez. Los días, una vez que te jubilas, transcurren a una velocidad de vértigo, y teniendo ya en perspectiva los ochenta y dos, cuando menos te lo esperas vestiré el pijama de madera, aunque la llave de mi existencia esté en manos de Dios. Por eso, celebrarlo con la cabeza despierta y el cuerpo aún entero es una sensación bastante agradable.

Cuando haces recuento compruebas que la travesía ha sido dura, que los peores momentos no se olvidan, y es cuando entiendes que no debes repetir lo andado, que para atrás ni para coger impulso. Por eso hay que andar en positivo, evocando los períodos buenos de una vida bastante plena. Prácticamente siendo aún un niño empecé a trabajar; entregaba en casa mi sueldo, 133,33 pesetas, para aportar mi granito a la olla común y completar las necesidades de la familia. Mi padre lo recibía con orgullo y algo de remordimiento. Han transcurrido desde entonces sesenta y ocho años en los que no he dejado de trabajar, y no me arrepiento. Si pudiera seguiría, pero con mi edad la cosa está limitada a participar en labores no lucrativas, algo que nunca he dejado de hacer y he dedicado media vida.

Los momentos más bonitos fueron al alcanzar la edad adulta: te gusta una chica, te enamoras, transcurre el noviazgo... Te pasas el día pensando en ella, disfrutando de su compañía, dejando pasar el aire entre nuestros cuerpos... Eran otros tiempos. Cuando te casas y por fin compartes morada disfrutas de un amor sincero, de una amistad sin cortapisas, donde se alaban los logros alcanzados por cada uno. Llegan los hijos y con ellos otro tipo de felicidad y algunos contratiempos; dicen que traen un pan debajo del brazo, pero la realidad es que tienes que echar más horas de trabajo.

En aquella época encontrar una buena compañera era el primer objetivo; tonteabas con algunas y cuando menos lo esperabas llegó la que te hizo tilín y ya no hubo marcha atrás. Soy afortunado por haber encontrado a alguien con quien he compartido casi cincuenta y cuatro años de matrimonio y dos y medio de noviazgo. No hay más secreto que el respeto y demostrar amor todos los días. Nunca me despido sin antes darle un beso. Es por lo que la vida sigue adelante. No faltan inconvenientes, sustos, enfermedades..., pero todo hay que tomárselo con deportividad. Justo un día después de cumplir años, tuve que volver a pasar por el quirófano de oftalmología de la Candelaria, y volví a encontrarme con el descontento de la gente. Se ha perdido la paciencia, se protesta por todo, por la tardanza, por el trato... Estuve hora y media entrando y saliendo de las consultas, poniéndome gotas para después pasar por cada aparato, hasta que me tocó la anestesia y la sesión de láser durante veinte minutos. En una clínica privada el tratamiento me hubiera costado un pastón, dinero que no tengo y tratamiento que sí me cubre el Servicio Canario de Salud. Reconozco que hay que mejorar y cambiar cosas, pero no sé lo que quiere la gente.

El día 8 de marzo, San Juan de Dios, también es el Día Internacional de la Mujer. Defienden la igualdad pero creo que a veces ellas mismas se discriminan entre trabajadoras y del hogar. Mi mujer ha sido una excelente ama de casa, ha cumplido con creces su labor en la vida, la que decidió, criar y educar a los hijos y un marido revoltosillo. La independencia económica de la mujer es muy importante, por eso defiendo que las que deciden quedarse en el hogar y vivir sólo del sueldo de la pareja merecen una paga. Una vez intenté tramitar una ayuda para ella, y tras un montón de papeleo le daban 300 euros, y quitaban 200 euros de mi pensión de jubilación. Sí hay perras para subir los sueldos de la clase instalada.

No hay razón para convertir ese día en una competición. Se trata de pedir más equidad salarial, de horarios y de acceso a puestos siempre basándose en las competencias de cada cual.

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