Cuando se habla “dieta saludable” no se debería pasar por alto lo que implican los procesos de producción para el medio ambiente. Normalmente, los hábitos se cambian cuando hay problemas de salud o de estética (de esta última especialmente) y no se tiene que una alimentación despreocupada, desde el punto de vista ambiental, agrava problemas como la pobreza o la contaminación. No comprometer nuestro futuro ni en el de las nuevas generaciones debería ser también prioridad, por lo que lo de “dieta saludable” debería llevar implícito lo de “dieta sostenible”.

En cuanto a lo que conlleva ésta, suele haber desinformación. Hay personas que optan por una vida vegetariana o vegana porque consideran que la huella ecológica de los métodos de producción asociados es menor que la de quienes optan por el consumo de carne. Sin embargo, como recuerda la Asociación Profesional Española de Naturopatía y Bioterapia, APENB, lo de que la carne resulta más costosa que la cualquier alimento vegetal no es sino una generalización.

Hay que actuar con sentido común. Como recuerdan desde la asociación, la carne de pollo que cumple los estándares ecológicos y es producida en un lugar cercano al de consumo tiene menos impacto ambiental que un zumo de frutas tropicales que procede de otros continentes.

Los alimentos clave

La APENB recoge los principios básicos para llevar una dieta sostenible, que podrían ser los mismos que los de una dieta para perder peso (si es tu objetivo, puedes echar un vistazo a www.comoperderpeso.es), pero yendo más allá de adelgazar.

La asociación señala como uno de los principios básicos para seguir una dieta más sostenible consumir proteínas vegetales. Éstas se pueden encontrar en cereales y legumbres, que proporcionan también hidratos de carbono de absorción lenta. Una combinación que, para los expertos en nutrición, debería suponer la mitad del volumen total en nuestra alimentación diaria. Y que además tienen una huella ecológica más baja que la de, por ejemplo, productos cárnicos.

La APENB cita un ejemplo: “para producir una ración de carne de vacuno hace falta la misma superficie de tierra que para producir 16 raciones de proteína vegetal”. Pero no es lo único que se puede hacer.

Proximidad y comercio justo

Otra clave para que la dieta sea sostenible es optar por consumir productos de proximidad, en lugar de aquellos que tienen una procedencia lejana, y es algo que no solo tiene implicaciones ambientales. La Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (ASAJA), la que es la mayor organización profesional agraria de España, ha impulsado medidas como “Km 0, hecho al lado de casa”.

La iniciativa pretendía “promocionar la compra y el consumo de productos agrícolas y ganaderos de proximidad” en Cataluña, lo que sería aplicable a toda la geografía española. De hecho, se basaba en camapañas similares que habían contado con éxito en otros países como Reino Unido, Francia o Italia.

La organización señalaba al comercio internacional porque, aun reconociendo las ventajas que aporta los consumidores, también genera gases de efecto invernadero durante el transporte que son perjudiciales para el medio ambiente. A la vez, crece el uso de envases y material de embalaje, lo que va contra el principio de reducir y generar menos residuos.

Consumir productos de cercanía es una forma de apoyar a los productores locales, puesto que se les da una oportunidad de acceder a las superficies medianas y grandes. Es importante, además, que los productos sean de temporada, lo que garantiza que se cumple el ciclo natural y limita el uso de la energía necesaria para producir, ahorrando en los costes de producción.

Un pilar importante es también el comercio justo, que persigue no solo el cumplimiento de derechos (por su rechazo a la explotación infantil o por buscar la igualdad entre hombres y mujeres) sino el respeto al medio ambiente.

Psicología y nutrición, muy vinculadas

Todo lo anterior tiene sentido si nos convencemos de que somos los que comemos. De hecho, la buena alimentación no tiene solo consecuencias en el plano físico, el más evidente, sino que hay una estrecha relación entre psicología y nutrición. Hay incluso una rama que lo estudia, llamada Psicología de la Nutrición.

Como explica el psicólogo y entrenador personal Jonathan García-Allen, que es además director de comunicación de Psicología y Mente, los psicólogos pueden ayudar a que “los individuos consigan realizar cambios conductuales o en el estilo de vida”, en pro de conseguir objetivos. Así, estos profesionales hacen uso de herramientas, como la buena planificación, para que se pueda seguir un plan adecuado.

García-Allen advierte también sobre “abusar del acto placentero de comer”, es decir, comer con el paladar y entusiasmarse con alimentos que tiene un aporte nutricional bajo, siendo incluso perjudiciales para el organismo (como las grasas trans). Cuando se come por placer, dice el psicólogo, entra en juego el sistema de recompensa, en el que media la dopamina, el neurotransmisor que se activa con conductas placentaras. Un psicólogo o psicóloga pueden ayudar a mantener a raya la ansiedad provocada por renunciar a estas conductas, a alcanzar el bienestar.

Desde Actuo Psicólogo Barcelona, por otra parte, abordan la cuestión del condicionamiento clasico y operante. Desde la perspectiva del refuerzo o castigo, explican cómo la acción de los estímulos conduce al cambio en las conductas voluntarias, dando ejemplos de condicionamiento clásico.

Atención a los síntomas

Antes los comportamientos obsesivos o ante la incapacidad de cambiar hábitos, hay que barajar ponerse en manos de un profesional. Hay personas que se ven obligadas a realizar un cambio radical en el estilo de vida cuando se les detecta, por ejemplo, una patología cardiovascular que así lo requiere. Y necesitan de mucho esfuerzo psicológico.

En la Red se puede leer hasta sobre los ojos amarillos por ictericia, y sobre el aumento de bilirrubina en la sangre debido a trastornos hepáticos que generan tal anomalía. No es recomendable, sin embargo, dejarse llevar por lo que pone en Internet en materia de salud, ni siquiera cuando se trata de una fuente oficial, y acudir a un médico que pueda dar un diagnóstico adecuado tras las pruebas pertinentes.