"No pienso matar nunca a Bevilacqua y a Chamorro; no tengo que pasar por ese mal trago", desvela el "padre literario" de unos guardias civiles que le permitieron ganar el Nadal ("El alquimista impaciente") y el Planeta ("La marca del meridiano"). Lorenzo Silva es finalista del Premio Ciudad de Santa Cruz con la novena entrega de una serie que en el caso de "Donde los escorpiones" logra una dimensión internacional. "El crimen es una percha para contar otras cosas", precisa el madrileño.

¿Esta vez se ha llevado al subteniente Bevilacqua bastante lejos?

No voy a decir lo más lejos posible, porque entonces me lo hubiera llevado a Nueva Zelanda... La serie está comprometida con la realidad española contemporánea y la base de Herat (Afganistán), y lo digo tras sentir la experiencia de haber estado allí, no deja de ser un trozo de este país.

¿Después de tantos avatares, quizás, ya solo le quede planificar una misión interespacial?

Cuando viajas hasta allí uno tiene la sensación de que en lugar de un avión de Air Europa, que fue en el que yo fui, estás en un cohete o platillo volante que te ha llevado a otro planeta... Afganistán, no solo por el clima, la comida y otras cosas que son parte de la rutina, transmite unas sensaciones marcianas.

El lector que se enfrenta a "Donde los escorpiones" tiene la sensación de que puede ver las huellas de su autor sobre el terreno. ¿Es una novela con mucho trabajo de campo, que en ocasiones nos traslada a la escenografía de "Diez negritos"?

Yo no tengo ningún problema en reconocer que este es un crimen de espacios cerrados, pero yo no hago trampas como Agatha Christie, que las hacía desde el principio... Siempre trato de ser honesto, pero "Donde los escorpiones" ocurre en un lugar acotado. Solo cuando vives allí percibes que estás en una especie de cámara sellada o burbuja que te obliga a pasar por una fase de descompresión. Al convivír en Herat tuve la oportunidad de salir de la base, que es algo que no siempre ocurre porque muchos se tiran allí cuatro meses y no salen nunca, y el momento de abandonar y regresar a aquel espacio delimitado es como si estuvieras viviendo dos realidades distintas. Es difícil concebir un lugar más hermético en un territorio potencialmente hostil.

¿Muchos apuntan que esta es la menos policial de toda la saga protagonizada por Bevilacqua y Chamorro?

Existe un caso criminal y una pesquisa que se realiza con técnicas policiales con el fin de resolverlo... Yo creo que la novela policial sirve para hablar de otras cosas. A partir de esa idea puedo escribir de los policías que a mí me interesan, si no mis protagonistas no serían policías, pero también del trabajo que desarrollan para resolver una investigación. El crimen es una percha para contar otras cosas en torno a una guerra mundial no declarada en la que estamos, el choque cultural que se da entre los ciudadanos y los soldados o de las personas que deciden asumir el servicio de las armas y de lo que representa la profesión de militar en medio de una sociedad desmilitarizada.

Casi dos décadas envejeciendo con esta pareja de guardias civiles, un Nadal, un Planeta, ¿quién le debe más a quién, usted a estos personajes o ellos a Lorenzo Silva?

Nos debemos muchos los unos a los otros. Un personaje siempre es la creación de un autor y este tiene un gran poder de aniquilación... Soy muy amigo de agradecer y reconocer lo que te aporta a nivel personal el trabajo como autor de ficción en la creación de un personaje literario. He aprendido muchas cosas a través de Bevilacqua y Chamoro que no hubiera aprendido sin ellos.

¿Le va a costar aniquilarlos?

Tengo la posibilidad y potestad de tomar esa decisión, pero no la necesidad... No pienso matar nunca a Bevilacqua y a Chamorro; no tengo que pasar por ese mal trago.

¿Cuál es su punto de vista sobre la aparición de festivales del perfil de TFN?

A mí me parece que es una situación muy saludable... No sé por qué molesta que haya festivales de novela negra y no que abran nuevos bares. Tampoco parece importar demasiado que existan muchos estadios de fútbol. Lo peor de todo es que en alguna ocasión he escuchado a decir a algún autor que "hay demasiados, esto es una lata". Esto es un producto cultural.