Aunque los primeros bravos de la noche se los llevó el tenor italiano Massimiliano Pisapia (Pollione) tras un mano a mano con Badel Albelo (Flavio), los más generosos cayeron en el saco de una impresionante Yolanda Auyanet. Y es que, a pesar de que todos conocían los tiempos de "Norma", algo pasó en la Sala Sinfónica cuando la soprano ocupó el centro del escenario. Un hermoso silencio atrapó al público que anoche asistió al estreno de la ópera de Bellini. Valió la pena más de cuatro décadas de espera. Auyanet ya es historia. No solo por la soberbia actuación que completó, sino por tomar el testigo de un rol al que dio vida por última vez en la Isla -en el teatro Guimerá- la barcelonesa Montserrat Caballé en el año 1975.

El maestro y musicólogo lombardo Alberto Zedda, fallecido el pasado 6 de marzo, habría disfrutado de un estreno que honró su memoria. Sebastiano Rolli, el responsable de la dirección musical, se llevó a los miembros de la Orquesta Sinfónica de Tenerife a su terreno y su compatriota Mario Pontiggia construyó una atmósfera en tinieblas en la que brilló un trío compuesto por Auyanet, Beuque y Pisapia, un triángulo de pasiones al que aportaron calidad y frescura Concetti, Badel y Milica Ilic (Clotilde). El cuerpo a cuerpo entre las féminas dejó una sensación agradable en una audiencia que cubrió tres cuartas partes del aforo. Yolanda no solo dominó la parte musical, sino que en los instantes de crisis abrumó a sus compañeros de la caja escénica con movimientos autoritarios, impulsivos, valientes... Ella fue la que movió los hilos, pensada para dar protagonismo a dos grandes mujeres: Norma y Aldagisa.