Ya saben que el templo aborigen de Risco Caído y las Montañas Sagradas de Gran Canaria fueron designados a finales de la semana pasada como candidatura española a Patrimonio Mundial. La decisión se adoptó, en medio de un cierto enfado catalán, que amagó sin éxito con la candidatura del Priorat, en una reunión del Consejo nacional de Patrimonio Histórico, que celebró en Las Palmas su sesión. La mayoría de los sesenta miembros del Consejo visitaron Risco Caído y pudieron asombrarse ante el que es -creo que sin duda alguna- el más interesante de nuestros conjuntos arqueológicos, un observatorio natural construido por los antiguos para marcar equinoccios y solsticios. Unas cuevas que eran utilizadas hasta hace muy pocos años como pajares por los agricultores de la vega de Acusa, y que hoy -tras ser descubiertas para la arqueología por Julio Cuenca- constituyen la mejor reliquia de un pasado poco conocido entre los propios canarios.

En efecto, la gran mayoría de los isleños, incluso de los grancanarios, desconocen completamente la importancia de este complejo. Acceder a él supone alguna dificultad, y la visita debe realizarse con acompañamiento de técnicos del Cabildo. No se trata de un paseo abierto a todos los públicos, ni de defender un acceso ilimitado, que podría llegar a perjudicar el conjunto monumental. Pero no son tampoco muchos los españoles que han podido pasear bajo los techos pintados de la cueva de Altamira, y muchísimos conocen su arte rupestre, su entidad arqueológica y su historia. Risco Caído es ahora candidato español a Patrimonio Mundial, y aunque falta aún mucho camino por recorrer, el mero hecho de haberse convertido en candidatura avala la posibilidad de que la Unesco lo incorpore a su catálogo, y permite la difusión en las Islas de su extraordinaria importancia. El complejo tiene que ser aún visitado por los inspectores de la Unesco, antes de enfrentarse a la selección definitiva, que se producirá en 2019, pero hay que cruzar los dedos y desear que la fuerza y la magia de los antiguos nos acompañen.

Porque una candidatura como esta no se improvisa ni es cuestión de suerte: detrás, el extraordinario trabajo realizado por el Cabildo de Gran Canaria en la última década, en materia de recuperación y conservación de su patrimonio. Ojalá en todas las Islas se hubiera producido un interés público similar al despertado estos últimos años en Gran Canaria en relación con el pasado aborigen. Un entusiasmo por la recuperación y conservación del pasado que contagió a personas muy distintas, de ideologías dispares.

Y también procede reconocer el trabajo de la dirección general de Patrimonio del Gobierno regional. Ha sido un profesor lagunero, Miguel Ángel Clavijo, accidentalmente director general de Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias, uno de los más decididos impulsores del reconocimiento internacional de Risco Caído y de las Montañas Sagradas de Gran Canaria. Un político tinerfeño que ha empujado por el reconocimiento de un paraje grancanario. Sin ruido ni conflictos, sin aldeanismos insularistas ni peleas partidarias para atribuirse el protagonismo de un éxito que es de todos.

Así se hace país.