Da la manera de un "coupage", o acaso ensamblaje, mezclando amistad y trabajo a partes iguales, el tinerfeño Roberto Santana, la murciana Laura Ramos, el gallego Alfonso Torrente y el albaceteño José Ángel Martínez han enraizado Envínate. Tal desafío profesional y humano, cuyo primer brote asomó en 2004 -cuando estudiaban enología en la Universidad Miguel Hernández de Elche-, cuajaba cuatro años más tarde en forma de asesoramiento a bodegas y la elaboración de unos vinos diferentes, que se sostienen y crecen desde tres fundamentos expresión del paisaje: personalidad, la que transmite el suelo; carácter, el rasgo diferenciador que procura la añada, y alma, ese elemento distintivo que incorpora el viticultor.

"Y algo especial debe encerrar Tenerife", comenta Roberto Santana, cuando tres de los seis proyectos vinícolas producto de este sueño de juventud se hacen realidad y maduran en la Isla. El primero se volcó hacia Taganana, esa joya del Terciario, paradigma de la viticultura heroica y también de una forma de vivir y sentir las faenas agrícolas que entronca con prácticas ancestrales, donde el tesón ha mantenido unos viñedos que se alongan al Atlántico y reciben la caricia de los alisios. Ahí nacen los Táganan, con esa peculiar salinidad y frescura que cautivaron el paladar del Obama presidente, y vinos de parcela como Finca Margalagua y Finca Amogoje.

De un tiempo a esta parte, Envínate se ha orientado a la banda Suroeste de la Isla, levantando su sede en en la antigua bodega municipal de Santiago del Teide y despertando una zona, situada a unos 1.000 metros sobre el nivel del mar, que permanecía dormida.

Roberto Santana saborea con pasión lo que representa alumbrar un espacio "hasta ahora nunca apreciado y con un enorme potencial", que atesora un sistema de viticultura singular, de viñedos en vaso sobre suelos volcánicos, muchos de ellos centenarios, con variedades como la listán prieto (negro en portugués, país o criollo chilena y también llamada misson grape de California), además de listán blanco y tintilla.

Con depósitos de cemento hechos a medida, fudres traídos de Italia y barricas de Borgoña, la bodega ha embotellado el tinto Benje, desde la cosecha 2016 también el Benje Blanco, expresión de ese clima continental, "sin la influencia atlántica ni la humedad del alisio y con mucha insolación", precisa Roberto Santana, donde los cambios de temperatura "no resultan tan bruscos y el trabajo se realiza de una forma más natural, sin herbicidas". El resultado, unos vinos de poco color, bajo grado alcohólico y muy finos, donde la cantidad y el volumen se reducen en beneficio de la calidad.

El tercer paso de Envínate conduce al Valle de La Orotava -un "terroir" que bien conoce Roberto Santana de su fructífera experiencia como enólogo de Suertes del Marqués-, donde con la complicidad de tres viticultores adscritos a esta Denominación de Origen, confían sacar un blanco "muy volcánico" a comienzos de 2018, con uvas de una parcela de La Piñera, una zona sombría y fresca que da vinos verticales, pala la conversación y la reflexión, y un tinto de listán negro en cordón trenzado, el sistema de conducción tradicional de La Orotava, producto de mezclar la fruta de San Antonio y la mineralidad de La Habanera.