Preferentes, subordinadas, convertibles, hipotecas multidivisa, swaps,… son todos nombres que se han hecho familiares entre la opinión pública. Tristemente familiares. No porque estuvieran mal diseñados, no se comportaran como teóricamente debían hacerlo, o porque incumplieran los términos y condiciones establecidos en sus correspondientes folletos de emisión.
Son tristemente famosos porque todos tienen en común haber sido vendidos a clientes que no reunían el perfil idóneo para invertir en ellos. Tras miles de sentencias judiciales a favor de los usuarios y en contra de las entidades, podríamos pensar que tanto unos como otros han aprendido la lección. Podemos suponer que los primeros han variado su comportamiento para alcanzar mayor conocimiento, formación y asesoramiento; y las entidades financieras, frente a una venta masiva e indiscriminada de cualquier producto financiero, ahora analizan en profundidad al cliente y le transmiten de manera exhaustiva toda la información relacionada con la propuesta financiera.
Sin embargo, parece que, a pesar de todo, nos cuesta aprender la lección. La Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) ha llevado a cabo en fechas recientes un estudio sobre los procedimientos de comercialización y asesoramiento que las entidades financieras despliegan con sus clientes, y las conclusiones no pueden ser más decepcionantes.
Parte de la banca aporta información deficiente o incorrecta sobre los productos financieros que comercializa. Se da información insuficiente sobre riesgos, costes y comisiones. Se siguen exacerbando las bondades del producto, los escenarios positivos, y minusvalorando, despreciando, incluso ocultando, los escenarios negativos, que tan poco contribuirían a cerrar la venta. Se realizan recomendaciones verbales que en ningún caso pueden ser asimiladas o reconocidas como “asesoramiento financiero en materia de inversión”.
En mi opinión, no solo la banca es la responsable de estas deficiencias. Sin duda, sería deseable una voluntad firme por su parte para cambiar la actual situación. Preocuparse más por proveer la alternativa financiera idónea que por la simple venta indiscriminada.
Pero, en ocasiones, el propio usuario, bien por omisión o dejación, no se preocupa por analizar, conocer y valorar las distintas propuestas financieras. Algo sorprendente porque lo que comprometemos en ello es nada más y nada menos que nuestro ahorro. Y en la inmensa mayoría de los casos, este ahorro es fruto de nuestro esfuerzo. Nos lo hemos ganado. ¿Por qué no poner al menos la misma energía en su gestión?
No se trata de que todos los usuarios realicen un máster en mercados financieros, pero lo anterior no les excluye de tener ciertas obligaciones. Tienen la obligación de preguntar todas aquellas dudas que les puedan surgir y que éstas le sean aclaradas. Deben preocuparse por las variables básicas de riesgo, plazo y liquidez. Tienen la obligación de comparar, beneficiarse de la aún existente competencia entre entidades: valorar las distintas propuestas y quedarse con la que más se adapte a sus necesidades. Y desde luego, si lo anterior no fuera suficiente, tienen la obligación de buscar asesoramiento financiero profesional.
La industria financiera provee prácticamente infinitas alternativas y debemos estar preparados para saber cuál es la mejor para nosotros.

*EAFI, nº 65 registro CNMV
Socio As. Financiero PARANGON Family Office
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