Atendiendo a cómo se trabaja en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife en los últimos meses, parece que existe en los diferentes departamentos una cortina de embrollos frenando cualquier tipo de gestión como ejemplo a seguir de lo que debe hacerse ante un acontecimiento absolutamente previsible.

Demasiadas iniciativas deportivas vienen impulsándose desde las Casas Consistoriales sin tener en cuenta que la capital de la Isla no dispone, precisamente, de itinerarios idóneos para que estas competiciones domésticas, como el último triatlón, comiencen y terminen de la mejor manera posible. Y la mejor manera posible es aquella en la que todos, participantes y público en general, terminen en un mundo de satisfacciones que producen resultados positivos.

Ha transcurrido más de una semana desde esa carrera casera, pero no se debe pasar por alto la serie de fallos que perjudicaron notablemente a vecinos del barrio de pescadores y bañistas que, sin la información precisa, eligieron un día de auténtico agosto para visitar la única playa de Santa Cruz a través de la única vía de acceso a ese trozo de litoral artificial convertido en un espantoso caos circulatorio.

Se repite lo de Carnavales con el tráfico, luego algo no funciona como debiera en algún despacho del Ayuntamiento. Una manifestación de estas características requiere de una planificación previa (pequeña logística) que no dudamos que se haya producido. Lo que es fehaciente, a raíz de los resultados, es lo referido a la capacidad de los responsables sentados alrededor de la mesa organizativa. Es incomprensible que se corte el tráfico para los que iban a San Andrés y para los que regresaban..., hartos de no encontrar ningún sitio para aparcar. Estos últimos acababan en la recova, después de atravesar la vía de servicio del muelle y de encontrarse con malhumorados vendedores del rastro que, con evidentes muestras de cabreos, manifestaban: "Después de ese coche no dejes pasar a nadie". Tanto para allá como para acá, hora y media. Lamentable. Un análisis precedente a lo que pudiera pasar en los alrededores del pobre espectáculo que ofrecían cuatro bienintencionados ciudadanos (o quizás eran cinco), corriendo por las avenidas de Anaga y San Andrés bajo un sol que achicharraba, hubiera mitigado los graves errores que los habitantes de esta ciudad no tienen por qué soportar.

Otro de los temas que tienen al ciudadano desconcertado es el relacionado con la playa de Las Teresitas. No es oportuno relatar aquí y ahora todo el enmarañado asunto, pero sí recordar los últimos argumentos enfrentados entre el gobierno municipal (CC), su socio (PP) y la principal oposición (PSOE).

Igualmente, no es deseable que se pretenda resolver un tema grave sobre el que se ha pronunciado nítidamente la Justicia y a la que todos soslayan. No se ejecutan los fallos y los partidos políticos practican el baloncesto (la estrategia ha llegado al Gobierno canario con Sanidad). Da la impresión de que se quiere dilatar todo en el tiempo para llegar a la prescripción del caso.

Es inadmisible que, desde la bienamada Gerencia de Urbanismo, se haya dictado de oficio una resolución declarando ¡la caducidad! del procedimiento, lo que no impide, afirma ahora el gerente (PP), que se incoe otro procedimiento. Y los del PSOE denuncian esta situación que impide que regresen a las arcas públicas ¡102 millones de euros! por una total e incomprensible (es posible que comprensible) pasividad de la actual Gerencia. Como se ve, unos y otros han caminado juntos en contra de los intereses generales, acurrucando los particulares. Hablamos de una pasta que significa la mitad del presupuesto total del Ayuntamiento. Se podría hacer "algo" con este dinero.

La última opacidad, por el momento es, también, otro incumplimiento: el derribo del mamotreto... para construir otro. Los vecinos de San Andrés, y el sentido común, rechazan este proyecto y apuestan por uno soterrado, con lo cual la panorámica visual, tapada hoy por este adefesio de aparcamientos, volvería a sus orígenes. Esto es, a una visión lineal del pueblo con la playa y la ladera. Nadie habla, sin embargo, de los accesos. En fin...