Hace poco, la cadena más habitual de Paolo Vasile o de Berlusconi, porque en el mundo de las sociedades mercantiles nacen y mueren como bacterias los propietarios según el número de acciones que coticen, surgió el rumor de un espionaje al Rey emérito por parte de los propios servicios del CNI. Y la noticia, como no podía ser de otro modo, fue propagada por la periodista Ana Rosa Quintana (la que veranea en Sotogrande) y el hijo del fallecido Joaquín Prats. Y como en la guerra de audiencias, muchas veces no importan los contenidos, sino el morbo que puedan capturar después de lanzar el gusano del señuelo enganchado a un anzuelo, adobado de frases subliminales incompletas o claramente definitorias, si bien no suelen estar acompañadas de las imágenes clarificadoras del proverbio chino, ya que se pronuncian de forma repetitiva para, como hemos dicho, captar el interés de los distraídos que ven en la caja tonta una rutina cotidiana debido a las personas que los conducen o presentan. De esta forma no pararon durante gran parte de la emisión del magazine en resaltar la cena íntima del monarca emérito con una invitada en un chalet reservado para los agentes del CNI en la calle Sextante, 6, de una urbanización de Aravaca, cercana a la Zarzuela, donde al parecer ya había sido utilizado para otros bárbaros encuentros anteriores, previo pago de alquiler por el CNI con fondos reservados para operaciones secretas, siendo utilizado por la pareja y reconocido por la murciana como "un lugar frío donde siempre la nevera se hallaba vacía de alimentos", salvo el del conocido chiste del "fruto del amor". Sea como fuere, ese día Ana Rosa y sus colaboradores se dieron gusto abonando una y otra vez el interés del televidente, ya que al final sólo se vio una fotografía, vuelta y vuelta, de las reales posaderas bronceándose en el yate Fortuna, pues lo demás quedó en un intencionado anuncio fallido.

Estas noticias, que como dije acaparan el índice de audiencia del morbo nacional, tiene antecedentes en otras épocas y otros medios más clásicos, que podían ir desde el chascarrillo o la sátira poética hasta desembocar en óleos alusivos y claramente pornográficos de los "Borbones en pelotas" realizado por el poeta Gustavo Adolfo Bécquer y su hermano en Francia, editados y difundidos más tarde de forma limitada acerca de las andanzas ninfómanas de Isabel II y su frustrado marido Francisco de Asís, apodado Paquita Natillas y su célebre coplilla: "Paquita Natillas / que es de pasta flora / lo hace en cuclillas / como las señoras". O que la reina en su exilio francés le confesara más tarde al grancanario Pérez Galdós respecto a su noche de bodas: "Que nunca se había acostado con una persona que llevara más encajes bordados que los suyos en el camisón". Esto da una idea del conflicto de dos seres que por razones de Estado son obligadas a la coyunda.

Nada es nuevo en la intrahistoria de los monarcas que reinaron en este país, dueños de su poder y esclavos de sus apetitos sexuales, capaces por su condición de intocables de alterar todo principio moral a su imagen y semejanza. Así, de los diez Borbones que han reinado en este país, más de la mitad ha abdicado de sus cargos, partiendo desde Felipe V hasta nuestros días, de los que se llevarían la palma Fernando VII y su célebre ya citada retoña Isabel II, llegando ahora al caso más reciente propagado por la cadena Telecinco. Noticias que ya forman el anecdotario del exceso de testosterona monárquica, sólo alimentada presuntamente por el rey emérito, la princesa Corinna y los elefantes que en gloria estén, junto al oso borracho también abatido. De esta forma sólo resta esperar lo que deparará la Historia al actual monarca, tras la renuncia de su padre por razones de salud. Así lo escriben y nos lo cuentan.

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