Canarias tiene una de las tasas más bajas de incidencia de tuberculosis -6,7 casos por cada 100.000 habitantes- de toda España. Solo Extremadura llega a tener una tasa de incidencia menor. Hoy, en el Día Mundial de la lucha frente a la Tuberculosis, se abre de nuevo el debate sobre su posible o no erradicación.

La razón de la baja tasa canaria es desconocida, aunque se barajan distintas razones. María Lecuona, jefa del Servicio de Microbiología y Control de la Infección del Hospital Universitario de Canarias (HUC), asegura que podría ser por "la insularidad" o, incluso, "por las medidas preventivas". "Siempre ha habido diferencias entre regiones", explica, "en Las Palmas, por ejemplo, históricamente siempre se han registrado más casos que en Tenerife, no obstante, en los últimos años esta diferencia se ha acortado entre ambas provincias".

En el resto de España las cifras son muy dispares, y la media -de 10,8 casos por cada 100.000 habitantes- crece por comunidades como Ceuta y Melilla, que llegan a los 30 y 40 casos por cada 100.000 habitantes, respectivamente.

La doctora recuerda que la tuberculosis es una enfermedad curable, pero que depende mucho de las medidas preventivas que se tomen. Uno de los objetivos adoptados en 2015 por las Naciones Unidas para 2030, es poner fin a la epidemia mundial, por la que fallecen 1,4 millones de personas cada año.

No obstante, Lecuona asegura que es "muy difícil llevar a cabo estos propósitos". "Hay un problema de resistencias bacterianas en Europa del Este", explica, "más de un tercio de los pacientes con bacterias resistentes pertenecen a la zona".

Esta resistencia del bacilo es difícil de controlar. "Se genera cuando el paciente abandona la medicación antes de tiempo", explica. El tratamiento es combinado, es decir, está conformado por tres o cuatro fármacos, y es continuado, por lo cual, el paciente debe permanecer de tres a nueve meses en tratamiento. "Para su médico es difícil saber si lo ha dejado", insiste, y "cuando lo hace, las bacterias que infectará a otra persona serán resistentes a esos fármacos".

El problema es que, al no funcionar en ellos los tratamientos principales, llamados de primera línea, hay que recetarles otros secundarios que son "más difíciles de suministrar y tienen mayores efectos secundarios", explica la experta.

Aunque no son "cifras alarmantes en España", la doctora insiste en que hay que "aunar esfuerzos en cuanto a diagnósticos de nuevos casos, detección de cepas resistentes, desarrollo de nuevos fármacos y elaboración de planes de acción específicos". Además, recuerda que la desigualdad de medios sanitarios entre países, como el diagnóstico precoz, también ayuda a que la erradicación total de esta enfermedad esté aún lejos de nuestro alcance.