Los canarios siempre nos hemos caracterizado por ser gente ingeniosa y en muchos casos pionera en distintas iniciativas, propuestas, acciones. Una vez más ha sucedido. Desde hace algunos años se ha desarrollado una especie endémica: el ecologista de cuello blanco, iluminado, buen despacho y futuro asegurado.

El "ismo" es un sufijo que forma sustantivos que suelen significar doctrinas, sistemas, escuelas o movimientos. Y es así como aparece el "noísmo", como una tendencia minoritaria pero paralizante, inmovilista, estéril, ante cualquier propósito de inversión, progreso, crecimiento económico o social. Lo más significativo es que ha prosperado en algunos ambientes sin consistencia en la realidad. ¿Cuántos viven del erario público? Empíricamente casi todos. ¡Así se hace ecologista cualquiera! Se ha dado el caso (y en más de una ocasión) de que cuando se hacen movilizaciones para que no se emprendan las infraestructuras que se necesitan y que la sociedad mayoritariamente aprueba y demanda, en otras zonas se concluyen y se inauguran. En Canarias se paralizan, no se terminan y en algunos casos ni se empiezan. Aquí desaparecen las empresas, aumenta el paro, no se puede crear empleo, se estanca la actividad económica o social y todo por el capricho ideológico de grupos minoritarios que algún día se sabrá qué intereses verdaderamente defienden y el porqué de su insistente voluntad de frenar el avance de nuestras islas, basándose en un mal entendido proteccionismo medioambiental. Cualquier sociedad o territorio que quiere tener un presente y futuro asegurado, lo primero que hace es pedir, invertir y ejecutar obras estructurales, potenciando las iniciativas empresariales privadas, a la vez que se favorece unas administraciones públicas ágiles y resolutivas.

Son pocos, ruidosos y mediáticos, siempre son los mismos, los conocemos todos. Estos "defensores de la superficie" no tienen problemas de empleo, gozan de trabajo, disfrutan de bienestar económico y parece que poco les preocupa que miles de ciudadanos no tengan ocupación laboral, porque, aunque no se lo crean, la industria de la construcción en sus distintas facetas produce un efecto arrastre sobre todo el sistema económico que genera actividad, empleo y riqueza social. La verdad es tozuda, aunque la quieran relativizar de verde.

Esta especie endémica se moviliza ante cualquier atisbo de iniciativa inversora o empresarial. De lo que se trata es de parar, derribar, negar, retrasar o entorpecer cualquier proyecto que signifique bienestar para todos y no sólo para ellos. Da lo mismo el tema, cuestión o lugar a la que hay que poner la etiqueta del no: allí aparecen y se convierten en "salvadores de la patria". Se intenta parar todo y de todo: su denominador común es el no a infraestructuras básicas, a equipamientos sociales, a proyectos de inversión, a la aprobación de los planes generales de ordenación urbana como instrumentos básicos y estructurales para el desarrollo municipal, y así hasta el infinito. Y siempre dejando claro que la potenciación de la sociedad civil es bienvenida, cuando se favorece desde criterios racionales y positivos. Su manera de actuar es principalmente a través de la judicialización de la vida ciudadana, económica y política. Saben que en este país la Justicia es lenta y se aprovechan de esta circunstancia para diferir, dilatar, retardar y posponer todo. Lo que no consiguen en las urnas lo intentan en los tribunales. Su objetivo básico es torpedear, son especialistas en el bloqueo estéril. Y cuando se tienen responsabilidades públicas, especialmente en sede parlamentaria, cabildos y ayuntamientos, escenifican que son los únicos defensores del suelo y de paso, si es posible, se denigra al "empresario" como agente social, dejando la duda y la incertidumbre sobre la honorabilidad de las personas.

Frente a este noísmo que pone la ideología sobre la persona y su bienestar la "inmensa mayoría", como decía el poeta Blas de Otero, decimos sí al progreso y al desarrollo, sí al trabajo y al empleo, sí al futuro de nuestros hijos y nietos bregando en nuestra tierra. Otro día hablaremos de los escarabajos.

*Presidente de FEPECO