No tiene claro si el investigador Mario Conde sigue sus pasos o, por el contrario, es él quien se resiste a perder de vista a uno de sus personajes icónicos. "Estoy acabando una novela en la que vuelve a aparecer", avanza el periodista y escritor cubano Leonardo Padura (1955). El Premio Princesa de Asturias de las Letras 2015 pisa por primera vez Canarias para participar hoy, a partir de las 19:00 horas, en una actividad del Festival Atlántico de Género Negro en el que se generará un diálogo a tres bandas con el portuense Juan Cruz Ruiz y Eduardo García Rojas. La Biblioteca Municipal Central de Santa Cruz TEA será el escenario de un "tiroteo" de reflexiones que se atarán al perfil cultural del habanero pero que, seguro, tratarán de sobrepasar una frontera en la que Padura no se siente cómodo: "Estoy cansado de que me pregunten qué va a ocurrir en Cuba", advierte en el tramo final de esta entrevista.

Entre "Fiebre de caballos", su primera novela, y "Pasado perfecto", que es el título con el que abre la saga de Conde, se produce un cambio que no tiene tanto que ver con la imagen que usted quiere transmitir de Cuba, pero sí con las texturas de una creación literaria más policiaca. ¿Qué sucedió para que se diera ese giro?

Pasaron muchas cosas. En esos seis años se concentran las ilusiones de un joven periodista que aspiraba a ser escritor y las de un autor que empieza a ser consciente de sus capacidades y limitaciones. No obstante, durante ese periodo me moví bastante cerca de la literatura policial e incluso entré en contacto con novelistas especializados en este género. Este tiempo lo aproveché para analizar de qué manera iba a abordar las historias que vinieron después. Ese es el motivo por el cual en mis novelas la violencia y el enigma no son dos elementos fundamentales. La mirada social siempre está por encima.

¿Cómo está envejeciendo Mario Conde?

No muy bien (ríe)... En esta novela cumple 64 años y el hombre está bastante preocupado porque sabe que ya ha entrado en la cuarta edad. Conde ha vivido y fumado tanto, además de comer tan mal, que ha decidido saltarse la tercera edad porque la vejez es un asunto que le duele. La vejez es un proceso terrible para el ser humano, pero darse cuenta de que uno comienza a ser viejo es algo que remueve nuestro interior: es la excusa para ponerte a pensar en las cosas que ya has hecho pero, sobre todo, en las que aún no has hecho. Mario Conde se encuentra en esa etapa reflexiva antes de entrar en la vejez definitiva.

¿Pero, a pesar de que no haya podido convertir en realidad el hecho de ganarse la vida escribiendo, ha sobrevivido en medio de una hermosa anarquía?

Él aspiraba a ser escritor... Mario Conde es un personaje que nunca maduró del todo. Ese mundo anárquico del que usted habla y, sobre todo, desordenado lo llevó a tener una larga adolescencia y es ahora cuando percibe que está en un momento vital complejo en el que ya las capacidades que uno ha explotado y malgastado empiezan a mermar. Yo no diría que es un hombre esencialmente pesimista, pero sí esencialmente poco optimista respecto a su futuro personal y al del país.

¿Ha usado su voz para hacer crítica social?

No, como punto de vista de la realidad cubana. Es otra voz. Mario Conde es mi voz, una visión intima de esa sociedad a la que no le daría un sentido crítico sino comprometido. Él está viendo lo que pasa. Esa degradación, lo que se perdió para siempre, lo que aún conservamos, lo que pudieron hacer y no se hicieron... Es una persona con juicio que no se atreve a cambiar las cosas porque tiene un problema de carácter. Además, Mario sabe que es fruto de esta realidad y tiene un profundo sentimiento de pertenencia con ella. Conde es consciente de que si esa es una realidad equivocada, él también ha vivido una vida equivocada. Su mirada es muy interior con respecto a la vida cubana contemporánea, pero, a su vez, también es bastante generacional.

Siempre se ha dicho que el escritor es el que deja margen de maniobra a sus personajes; que estos no son nada sin él. ¿Su investigado ha tenido libertad para volar a los lugares que él deseaba?

Últimamente Mario Conde está haciendo lo que le da la gana. Es más, sinceramente creo, que siempre lo hizo. Yo lo obligué a hacer algo que iba en contra de su forma de ser, de su esencia espiritual al ponerlo a trabajar de policía. Él es un antipolicía y durante cuatro novelas le exigí que se comportara como tal por una cuestión puramente lógica: no era nada verosímil que alguien investigara un crimen mayor o de sangre en Cuba sin ser un policía. Eso en la sociedad moderna no es posible porque es necesario recurrir a unos procedimientos científicos. En mi defensa tengo que decir que en otras novelas le encargué comprar y vender libros viejos o realizar unas investigaciones colaterales...

¿No incluirlo en algunas historias se puede entender como un descanso o un castigo?

No... Lo que ocurre es que en novelas como "El hombre que no amaba a los perros", por ejemplo, no tenía un papel para él. En "Herejes" siento que lo forcé un poquito para que entrara en esa trama porque me interesaba su punto de vista sobre un fenómeno con el cual está muy relacionado, que es el de la libertad del individuo.

¿Le ha resultado difícil escribir?

Escribir siempre es difícil... El otro día reflexionaba en la BBC sobre el hecho de que escribir en Cuba es tan difícil como en cualquier parte del mundo, pero un poquito más. El acto de la escritura es un oficio muy agónico que al final te puede proporcionar algunas satisfacciones, pero que en el proceso creativo es desgarrador. En mi caso, al escribir me acompañan más dudas que certezas.

Me consta que es un tema que saca su yo más arisco, pero no me resisto a preguntarle sobre aquellos que exigen que Leonardo Padura sea más crítico o tome partido en decisiones que van más allá del hecho cultural.

Lo que realmente me incomoda es que cuando el tema de conversación es la literatura se desvíe el diálogo al plano político. Soy un ciudadano que tengo unas opiniones políticas que en ocasiones las expreso a través del periodismo, a veces en alguna entrevista, pero fundamentalmente hablo a través de mi literatura. Creo que en "El hombre que amaba a los perros", en "Herejes" o en toda la saga de Mario Conde hay una visión política de la realidad cubana. Esa visión política no puede ocupar un primer plano en mi obra literaria. Eso es una parte de lo que escribo, porque de lo contrario estaría haciendo un planfleto o un libro con vocación de participación política, que no es mi caso. No milito ni milité en ningún partido y, por lo tanto, soy incapaz de ejercer o de vivir de la política. Al contrario, rechazo profundamente esa posibilidad. A veces lo que te piden es que haga una declaración o fe de voluntad y de participación o compromiso político olvidándose de que soy un escritor. No obstante, cuando escribo intento cumplir con mis obligaciones como ciudadano.

¿Es una frontera que no quiere cruzar?

Este oficio exige que conceda muchas entrevistas al año. Sobre todo, cuando hay que promocionar un libro. En muchas de esas entrevistas las preguntas no tienen nada que ver con la literatura sino a la situación que se vive en mi país. Estoy cansado de que me pregunten que va a ocurrir en Cuba... En serio, me pone verde que me pregunten que va a pasar en Cuba; si lo supiera dejaba de escribir novelas. Si tuviera el poder de adivinar el futuro le juro que me sentaba en una esquina de mi casa y cobraba las consultas a 20 pesos. Predecir lo que sucederá es un ejercicio imposible porque falta información. Es como si estuvieras jugando al dominó. Uno sabe las fichas que tiene, pero no las que maneja el enemigo. ¡Faltan piezas!

Yo no le voy a hacer esa pregunta...

(silencio)... Un día escribí un artículo que se titulaba "Yo quisiera ser Paul Auster" porque un día leí una entrevista que le hicieron en la que le preguntaban precisamente de las cosas que a mí me gustaría siempre hablar: literatura, cine y béisbol.

¿Y, creo, que añadió de "nuestras mierdas"?

Sí... De nuestras "mierdas", de las tonterías que nos contamos todos los días... Siempre piden un posicionamiento político y me da la sensación de que Paul Auster puede estar ahora algo "encabronado" porque es muy probable que una gran mayoría de los periodistas le acaben preguntando por Donald Trump.

¿Y cuál es su opinión de Trump?

Eso no se lo voy a decir (sonríe)... Entre otras cosas porque creo que usted ya lo sabe (vuelve a reír).