"Pagaría por seguir desarrollando esta profesión toda mi vida". A partir de esa idea fluye una conversación con el actor y director barcelonés Josep Maria Flotats (1939), uno de los protagonistas de la obra de teatro que hoy, a partir de las 20:30 horas, se representa en el teatro Guimerá de la capital tinerfeña. "Un país que grava a la cultura con un 21% de IVA y que solo aplica un 6% al porno no tiene sensibilidad cultural", argumenta el compañero de reparto de Arnau Puig en "Serlo o no".

¿Cómo se logra conservar la ilusión después de acumular tantos kilómetros escénicos?

Citarse con los grandes escritores e internar transmitir sus reflexiones es una experiencia motivadora. Esto no es un trabajo, sino una ilusión constante. La gran pasión de mi vida. Si algo me impidiera seguir ejerciendo este oficio pagaría por agotar mi existencia haciendo teatro. Claro que existen días amargos en los que las angustias y preocupaciones sobresalen, pero esta profesión exige un compromiso.

¿Y cuando llegó uno de esos días amargos sintió la tentación de tirar la toalla?

A mí no me agrada mirar atrás. Lo hecho, hecho está... Lo que me interesa es el mañana. Mientras siga teniendo la ilusión y pasión por abordar ese mañana, y el cuerpo aguante, no me voy a plantear irme.

¿Se siente un "superviviente" de una profesión que parece que siempre está en crisis?

Lo he dicho en alguna ocasión, pero tampoco está de más repetirlo: somos los últimos mohicanos de un oficio hermosísimo. Por muchas novedades tecnológicas que aparezcan, nada y nadie va a derrotar el contacto directo que se produce entre los actores y el público en un teatro. Eso no lo mejora ni Facebook, ni Twitter, ni siquiera el WhatsApp. Ver los movimientos que realiza un bailarín en directo no es lo mismo que verlo a través de una pantalla.

Confía ciegamente en las artes vivas, ¿no?

En el cine existen unos referentes que no conviene sacar de ese plano porque perderían toda su esencia, pero cuando el teatro es grandioso no hay enemigo que pueda derrotarlo.

¿Hasta qué punto las nuevas tecnologías condicionan una puesta en escena?

¿Desde el punto de vista del actor o del director?

¿En su caso nos puede facilitar su opinión como director?

Eso es algo que yo he practicado poco, pero cuando veo un espectáculo que utiliza técnicas nuevas que sirven para una dramaturgia determinada me intereso por él. Si encaja en la dramaturgia y lo que ha querido transmitir el poeta por coherencia no hay otra opción que no sea aplaudir. Lo que ocurre es que lo novedoso no es una garantía de éxito.

¿A qué se refiere?

A la utilización de elementos nuevos por el simple hecho de transmitir un aspecto de modernidad que en muchos casos acaba siendo una catástrofe porque al final no es ni la obra ni la modernidad. El riesgo siempre va a depender del talento que tenga el director.

¿Se reconoce en la mirada de los nuevos dramaturgos o directores que tratan de poner en pie sus proyectos teatrales?

Levantar un proyecto es complicado, pero yo no me puedo quejar porque tengo la sensación de que todo me ha resultado más fácil. Me explico. He trabajado muchísimo por el teatro, pero las cosas que empecé a hacer acabaron en un escenario. Es verdad que existieron baches, incomprensiones, problemas que crearon las personas que desconfiaban de mis proyectos, pero siempre los pude llevar a buen puerto. Cuando acumulas años de oficio no te la pegan tan fácil; enseguida ves si hay talento o no. La originalidad y manera de enfocar las cosas que tiene una persona entregada al teatro no se esconde con facilidad. Eso es algo que está a flor de piel y, por lo tanto, se percibe con cierta nitidez. Es posible que pase una de esas personas por delante de ti y se pierda para siempre pero, mayoritariamente, ese tipo de personas se huele. La gente que tiene talento le sale incluso de forma inconsciente, es decir, que aunque no quieran presumir de ello las posibilidades de que otros vean que tiene algo especial son bastante elevadas.

Usted ha trabajado casi tanto en España como en Francia, ¿pero son tan amplias las diferencias que existen entre los dos países?

Son modelos distintos. Francia, y en un segundo plano Inglaterra, tienen una tradición mucho más profunda y sus monarcas siempre apostaron por la alta literatura. Eso no ocurrió en España. En Francia, por ejemplo, está Molière, que ya son letras en mayúsculas. Sé que lo he dicho muchas veces, pero cuarenta y pico años de dictadura y embrutecimiento social hicieron mucho daño a la cultura que ahora se hace en este país. Franco fue un lastre del que logramos recuperarnos con cierta alegría para tratar de estar al nivel de los demás. Esa fue la cultura del "todo es posible", pero eso también cayó...

¿Le asusta el panorama actual?

No sé si el término más adecuado es asustar, pero es evidente que en España el teatro está en retroceso desde hace 10 años... Un país que graba a la cultura con un 21% de IVA y que solo aplica un 6% al cine porno no tiene sensibilidad cultural. Eso debería estar en las portadas de los periódicos todos los días.

¿Qué se van a encontrar hoy los espectadores que acudan al Guimerá a ver "Serlo o no"?

Es un cara a cara (Arnau Puig & Josep Maria Flotats) que se llega a convertir en un absurdo. "Serlo o no" puede recodar al diálogo que tenían el payaso sabio y el payaso tonto. Lo que verá y escuchará el público es un diálogo brillantísimo, corto, inteligente y con muchísima retranca. Una pieza irónica que a medida que avanza nos enseña algo nuevo conforme construye una agradable distracción.

"El cielo que me tienes prometido" se abre en Garachico

La iglesia de Santa Ana en Garachico se convirtió anoche en el particular escenario de la representación de la pieza "El cielo que me tienes prometido". Con la dirección y producción de Borja Lynch y Adán García, con un elenco formado por Mar Gutiérrez, Ulises Hernández y Sofía Privitera, acompañados por los sones de la Agrupación Musical de Garachico, bajo la batuta de Antonio Gutiérrez León, los espectadores disfrutaron de un montaje que, a manera de recital luctuoso, abordó en doce estaciones la pasión y muerte de un Jesús divino y también humano./ ÁNGEL HERNÁNDEZ