La universidad, como institución de formación superior, tiene en sí misma la reciedumbre de su razón de ser, la categoría de adentrarse en el hombre para hacerle partícipe de los secretos de la ciencia y de la cultura, que son igualmente superiores; tiene también un estilo, una técnica, un ambiente, un modo de ser y de formar distintos. Aunque la consideración social no fuese igualmente superior, porque lo es en esfuerzo, en madurez, en profundidad, el esquema formativo de la Universidad, cualquiera que fuesen sus defectos concretos, tiene la virtud de proyectarse en una dimensión trascendente, que hace medir al joven en una faceta más decisiva.

Pero la universidad, por más esencia que ella misma encierre, en sus fines y en sus procedimientos, no es un compartimento estanco, sino que participa del fluir de los otros grados de enseñanza, la media desde luego, pero también la primaria.

Puede resultar curioso observar cómo suele decirse con frecuencia que nos preparamos para la universidad; mientras que no lo es tanto eso de prepararse para la escuela, para el colegio. Parece como si al estudiante, y más aún a sus familias, les interesara realmente la universidad, sacar el mejor partido de esta, mejor que sacar partido del colegio o de la escuela.

La universidad empieza en la escuela. He aquí la gran fuerza de la propia universidad y la que, en definitiva, hace su tarea egregia y popular. De aquí una serie de consecuencias muy importantes, que pueden llegar concretamente a una política de protección escolar que trata de apoyar o descubrir a los talentos que no estudian, es decir, no sólo apoyando al que ya lo hace, sino al que todavía aparece como manantial sin descubrir.

Que la universidad empiece en la escuela quiere decir misión y trascendencia de esta; necesidad de alentar sus inquietudes, como si la escuela fuese parte de un programa para ingresar en la universidad. Quiere decir que, aunque las técnicas de aprendizaje colectivo, elemental y sencillo, son connaturales a la escuela, tienen el valor de un papel humano del que la propia universidad jamás deberá prescindir. La mayoría de edad universitaria solo es posible porque la escuela ha hecho abrir los ojos y la esperanza.

Se inaguran los cursos universitarios, con pompa y solemnidad, También se abren las escuelas, quizá con no tanta. Yo conmemoro tales hechos conjuntamente con esa expresión de solidaridad y de recíproca importancia, repitiendo esa frase que me ha servido de encabezamiento al comentario: la universidad empieza en la escuela.

*Académico