La adolescencia suele ser una etapa difícil en la vida de los chicos/as que se manifiesta con cambios de carácter, mal humor y, a veces, agresividad hacia los demás, especialmente a los padres. Si a esto unimos una actitud claramente tolerante y permisiva para que el niño/a no se enfade, tendremos o, mejor dicho, habremos conseguido que sea rebelde y agresivo.

Efectivamente. Por tradición ancestral los hijos han honrado y respetado siempre a sus padres. Un respeto debido no solo a la edad, sino a la dignidad y relevancia de sus progenitores. Sin embargo, en algunos hogares hay familias con hijos difíciles donde los padres no han sabido ejercer su labor educadora ni su autoridad como tales. Son padres que intentan compensar la falta de tiempo y dedicación a los hijos tratándoles con excesiva permisividad, convirtiéndoles así en niños caprichosos, consentidos e indisciplinados que imponen sus deseos ante unos padres que no saben o no se atreven a decir "no", porque cualquier negación, cualquier contradicción, conlleva tensiones en la vida familiar y el pobrecito niño se frustra o se vuelve agresivo. Esa es una "obra de arte" fruto de la ineptitud de unos padres.

Así ocurre que miles de padres -y cada vez más- viven y sufren la pesadilla del maltrato físico y psicológico de sus hijos, aunque no muchos se atreven a reconocerlo. La vergüenza y el sentimiento de culpa hace que callen.

Según un estudio realizado recientemente por la UE, se estima que en España un 10 % de las familias sufre esta agresión. Una agresión que no distingue modelo familiar ni nivel socioeconómico, y en la que los principales agresores son adolescentes varones y las víctimas sus madres. El aumento de este tipo de violencia es tal que los casos de hijos que maltratan a sus padres se ha incrementado un 60 %, por lo que se trata de un hecho que está causando un verdadero problema no solo en la familia, sino también en el ámbito educativo y social.

El menor que pega a sus padres suele ser un chico de familia perteneciente a una clase media o media alta, cuya característica principal es su perfil egocentrista, con una educación excesivamente permisiva y sin límites, pero cuando se ha empezado a poner límites ha comenzado a manifestar comportamientos disruptivos que no han sido tratados adecuadamente.

Sería muy complejo centrar el problema de maltrato en una sola causa. Normalmente, ocurre que parte del problema suele estar en que la familia no tiene claro el concepto de autoridad que le corresponde y su sistema educativo es tolerante. Son más amigos que padres, por lo que crean adolescentes caprichosos y malcriados que no toleran una frustración; vamos, que no aceptan una negativa a nada de lo que demandan o desean. Y esta es una de las características del perfil de estos adolescentes: están acostumbrados a obtener de sus padres todo lo que piden. No suelen valorar las cosas, piensan que sus padres deben satisfacer sus peticiones y caprichos, porque si no lo consiguen ejercen la violencia verbal e incluso la física.

Un niño así suele ser hijo único y desde pequeño sus padres le han acostumbrado a las rabietas caprichosas, y cuando van creciendo empiezan a insultar, a dar patadas y hasta agredirles, convirtiéndose en opresores, exigentes, y agresivos, especialmente con la madre.

Para muchos padres, denunciar la conducta violenta de sus hijos no es tarea fácil, no solo por el efecto en sí, sino por las consecuencias legales que pueda tener la denuncia: orden de alejamiento, ingreso en un centro de menores, etc.

Por supuesto, no todos los adolescentes son violentos, aunque algunos de nosotros hemos sido conocedores de estas "joyas" de chicos.